"UN BLOG PARA TODOS Y PARA NADIE

Bienvenidos:

Este es un blog dedicado a mí mismo, poco me importa si leen o no mis publicaciones. "Yo soy pretil junto a la corriente. ¡Agárreme el que pueda! Pero yo no soy vuestra muleta".

Sepan que he invertido cierta parte de mi tiempo en elaborar las publicaciones de este blog y si le sirve de provecho a alguien, ¡enhorabuena!

Los creyentes fanáticos e intolerantes no son bienvenidos en este lugar, vayan a arrojar sus inmundicias a otra parte (tampoco responderé a sus tonterías), pues yo "sé que me cortaron las alas, mas eso no me impedirá elevarme por encima del cielo".

Los predicadores de cualquier índole religiosa, son mis enemigos, y con esto no me refiero a las víctimas de la religión ni a los cristianos liberados, quienes creen en dios según su capricho; tampoco a los que no leen o interpretan las "sagradas" escrituras según su conveniencia. Tengo aún menos consideración por quienes asisten a "retiros espirituales" y "misas" con el único fin de "evangeligar". Estos no son mis enemigos, a lo mucho son comediantes de la "divinidad".

Recomiendo a mi reducido número de lectores un poco de paciencia, ya que encontrarán algunas publicaciones extensas. "¡No arrojes al héroe que hay en tu alma! ¡Conserva santa tu más alta esperanza!"

Por último, quiero proclamar, en nombre del conjunto gregario humano, lo siguiente:

"Creo en la redención de la humanidad: la detonación de la bomba del juicio final".

lunes, 4 de julio de 2011

LOU ANDREAS SALOMÉ Y EL FILÓSOFO SOLITARIO



  • "Lo común a los dos es el fundamental rasgo religioso de nuestra naturaleza, el cual quizás ha hecho su irrupción en nosotros con tanta fuerza porque somos incrédulos en el sentido más extremo". (Lou Salomé) 
  •  "Sin duda así ama un amigo al amigo, como yo te amo, ¡vida de enigmas! [...]. ¡Ser durante milenios! ¡Pensar! ¡Estréchame en tus brazos! No puedes regalarme ninguna dicha más. ¡Pues bien, todavía tienes tu pena! (Lou Salomé)
  • "Esta seca, sucia y maloliente mona, con sus falsos pechos. ¡Una fatalidad!" (F. Nietzsche)


Pocas personas resultan tan enigmáticas como Lou Andreas Salomé. Escritora y psicoanalista de renombre, sacudió el corazón de Rilke, Tausk y Freud, entre muchos otros que mientras estuvieron con ella realizaron las más célebres de sus producciones. Con apenas 20 años y por mediación de su amigo Paul Rée conoce a Friedrich Nietzsche. Por ambos siente profunda atracción intelectual y aversión sexual. Rée se suicida en 1901 desolado por no haber logrado el amor de Salomé en el mismo puente donde la había conocido veinte años antes. Nietzsche, en cambio, supera la tragedia sumergiéndose en su gran obra, Así habló Zaratustra.


Nietzsche se enamora de Salomé desde el primer cruce de pupilas y el amor que siente es tan profundo que no le deja ver que ella sólo siente interés por el hombre filósofo.
Nietzsche: "¿Desde qué lejana estrella hemos venido a caer aquí?" 
Lou: "Ignoro de dónde viene usted, pero yo, al menos, vengo de Zurich".

Con la misma rapidez que seis años antes a Mathilde Trampedach, pocos días después hace ya a Lou la primera proposición de matrimonio. La historia es muy complicada, pues el utiliza a su amigo Rée como casamentero, a un Rée que abriga sus propias ambiciones. Lou rechaza, alegando motivos económicos; pero tanto más apasionadamente acoge el plan de formar a tres una especie de grupo de trabajo y estudio, de compartir una vivienda, quizás en Viena o en París [...]. Rechazada la proposición de matrimonio, también Nietzsche se adhirió con gusto a este plan, al que se aferrará durante todo el año.

En el viaje de regreso a Alemania se encontraron a principios de mayo en el lago de Orta, al norte de Italia; finalmente Nietzsche tuvo ocasión de pasearse a solas con Lou. El camino conducía hacia arriba, hacia Monte Sacro; más tarde Nietzsche se acordará de esto como un suceso sagrado, lleno de esperanzas que nunca llegaron, lleno de promesas que nunca se cumplieron. No sabemos lo que sucedió en Monte Sacro, Nietzsche no se manifestó al respecto y Lou lo hizo muy escasamente; más tarde dijo a un amigo: "No recuerdo ya si besé a Nietzsche en Monte Sacro". En cualquier caso Nietzsche se sintio alentado  en Lucerna para hacer su segunda proposición de matrimonio, ahora sin casamentero. Lou, que se siente simultáneamente atraída y repelida por Nietzsche, lo rechaza de nuevo.

Y luego llegó el verano en Tautenburg (Turingia). Lou aceptó la invitación de Nietzsche. Primero había visitado los festivales de Bayreuth, donde frecuentaba la casa de Wagner y conoció a la hermana de Nietzsche. Elisabeth se convirtió en una testigo envidiosa de su éxito social en los salones y en las recepciones. Allí no se hablaba bien del renegado Nietzsche, y Elisabeth encontraba que esta joven rusa habría debido defender enérgicamente a su hermano. Y no lo hizo, sino que, por el contrario, lo traicionó y tomó parte en las calumnias; en todo caso así lo sintió Elisabeth y, sobre todo, así se lo contó después a su hermano. 

Las semanas de Tautenburg fueron felices e intensas, pero hubo instantes en los que Lou notó lo extraño, lo terrible que emanaba de Nietzsche. Dice, por ejemplo: "En alguna profundidad escondida de nuestra esencia nos separan mundos. Nietzsche, a la manera de un viejo castillo, tiene en su esencia algunos calabozos oscuros y ocultas bodegas que pasan desapercibidos en un conocimiento fugaz y, sin embargo, pueden contener lo más auténtico de su persona. Sorprendentemente, hace poco, de golpe pasó con fuerza por mi cabeza el pensamiento de que alguna vez podríamos enfrentarnos como enemigos". Y así será. Nietzsche no quiso notar que Lou no lo amaba tal como él quizás había deseado; confundió la intensidad entre ellos y la dicha especial que Lou sentía en sus conversaciones con la felicidad del amor, que para Lou no estaba aquí en juego. 

Después de Tautenburg, Lou y rée mantuvieron todavía el plan durante cierto tiempo, pero solo para conseguir que Nietzsche se adormeciera sosegadamente. Mientras él se aferraba todavía a la alianza de tres, Lou y Rée habían llevado a la práctica su propósito de vivir juntos en Berlín. Y luego las terribles calumnias que llegan a sus oídos a través de su hermana, y a las que él da fe con tanta mayor firmeza cuanto más tiempo Lou y Rée lo mantienen esperanzado. Arde en su interior por esta triple difamación: la de ser un egoísta, perseguir intenciones sexuales bajo un manto idealista y la de que su obre es producto de un medio loco. Le resulta difícil relegar todo eso al olvido. 

Si el filósofo del martillo no se quitó la vida en aquel instante de tremendo martirio interior es porque la más grande obra del pensamiento del siglo XIX le sirvió de catarsis. Gracias a una carta dirigida a su amigo Paul Rée sabemos el amor que sentía por Salomé y la situación anímica en la que se hallaba: “si no encuentro la piedra filosofal para convertir esta porquería en oro, estoy acabado”. Con la obra de "Zarathustra" logra sacar su vida del despeñadero, al menos por un tiempo. Se olvida para siempre de cualquier otro amor y persevera en soledad. 

De hecho le falta una protección inmunológica, le faltan las "medidas protectoras naturales", por ejemplo, la distracción mediante el contacto usual con otros hombres. El ermitaño es atormentado por su imaginación; cuando más tarde Nietzsche conozca La Tentación de San Antonio, de Flaubert, reconocerá allí lo que significa ser avasallado por el tormento de las propias fantasías. Pero Nietzsche lucha por la voluntad de poder sobre sí mismo; vuelve la sospecha contra las propias suposiciones, y de pronto puede ver todo el tumulto bajo otra luz totalmente distinta. Entonces, tal como escribe el 14 de agosto de 1883, Lou se le presenta de nuevo como "un ser del más alto nivel, y su ausencia será siempre una lástima [...]. La echo de menos, incluso con sus malos atributos".          

Salomé siempre fue una mujer peculiar. Nunca sintió atracción sexual por los hombres con los que estuvo, más bien le interesaba la unión intelectual. Muestra de esta despreocupación por la parte física es saber que permaneció virgen hasta los treinta años. El propio Nietzsche dijo de su amor imposible que padecía atrofia sexual. ¿Pero, por qué se casó con el doctor Friedrich Carl Andreas? No se comprende que vio en un tipo corriente, gris y de nulo atractivo físico. Lo que sí se sabe es que la amenazó con suicidarse si no se casaba con él. La propia Salomé describió en sus escritos la escena: “con ademán pausado, cogió la navaja y se la clavó en el pecho”. Vivieron en matrimonio durante cuarenta y tres años sin consumar y con infidelidades por parte de ella.   

Por su parte Nietzsche nunca más quiso saber de mujeres. En algunas de sus obras incluso se encuentran frases de cierto contenido misógino. Nietzsche jamás superó el rechazo de su eterno amor, como tampoco Salomé olvidó nunca la admiración intelectual que sentía por Nietzsche (no en vano obligó a Freud a empaparse de su filosofía). En 1894 publicó un ensayo sobre el pensamiento del filósofo, Friedrich Nietzsche in seinen werken, en el que lo describe como “un genio religioso enfrentado a la muerte de Dios”.

Lou Andreas Salomé es conocida por las relaciones que mantuvo con determinados gigantes de su época, sin embargo no hay que verla como la recurrente mujer-musa que estuvo detrás de un genio (Rilke, Freud, Nietzsche, Wedekind, Adler…). El mismo Freud, que la introdujo en el psicoanálisis (fue la primera mujer psicoanalista), dijo que era “una mujer de peligrosa inteligencia” y que “era de una modestia y una discreción poco comunes". Nunca hablaba de sus propias producciones poéticas y literarias. Era evidente que sabía donde es preciso buscar los reales valores de la vida. Quien se le acercaba recibía la más intensa impresión de la autenticidad y la armonía de su ser, y también podía comprobar, para su asombro, que todas las debilidades femeninas y quizá la mayoría de las debilidades humanas le eran ajenas, o las había vencido en el curso de su vida”. No en vano se decía entre los grupos intelectuales europeos que quien conocía a Lou Salomé a los 9 meses traía un libro al mundo.   

«¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!»

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