HERÁCLITO, “AMIGO DE LA SOLEDAD Y
ENEMIGO DE LA MULTITUD”
HERACLITO, de
Éfeso (nac. ca. 544 [fl, según Apolodoro, en la Olimpíada 69,
es decir, 504-501] antes de J. C.), era más joven que Pitágoras y que
Jenófanes, de quien algunos dicen que recibió algunas influencias.
Algunos autores, que presentan a Heráclito como "el
contradictor de Parménides", suponen que por lo menos la actividad del
primero fue posterior a la del segundo. Estos autores aproximan Heráclito a
Empédocles, aproximación que, de ser cierto, sería, como indica José Gaos (Orígenes
de la filosofía y de su historia, 1960, pág. 97), "notable e
importante para la Historia de la filosofía griega". Gaos indica
que la suposición de que Heráclito es "posterior a Parménides" es
"la posición en la contemporánea filología e Historia de la filosofía".
Sin embargo, muchos autores sostienen que tal posición es
insostenible o cuando menos altamente improbable.
Estos últimos autores nos parecen proporcionar más sólidos
datos y argumentos que los primeros.
Amigo de la soledad, y enemigo de la multitud —del
"rebaño" de los ciudadanos que expulsaron a Hermodoro, "el mejor
de todos", Heráclito pareció querer expresar su pensamiento sólo para los
"pocos". Su estilo de pensar es el de un oráculo; recibió por ello el
sobrenombre de "el oscuro", σκοτεινός.
Teofrasto habló de la μελαγχολία de Heráclito, por la cual no hay que entender "melancolía"
en el sentido actual, sino "impulsividad". Diógenes Laercio atribuye
a Heráclito una obra titulada De la Naturaleza —título usado asimismo en
relación con otros presocráticos —, la cual se dividía en tres partes:
"Sobre el universo", "Sobre la política", "Sobre la
teología", pero es dudoso que, si Heráclito escribió semejante obra, estuviese
dividida de ese modo; más probable es que la división en cuestión procediera de
una compilación alejandrina que hubiera usado la división estoica de la
filosofía en tres partes. En todo caso, lo que nos han llegado de Heráclito
son "fragmentos" cuyas fuentes se hallan en citas, referencias y comentarios
debidos a varios autores (de los que citamos a Sexto el Empírico, San Clemente,
Diógenes Laercio, Hipólito, Jámblico, Plotino, Plutarco, Porfirio, Estobeo,
Teofrasto, y —los más conocidos, aunque no en este caso más de fiar— Platón y
Aristóteles).
Muchos de estos "fragmentos" parecen "completos",
de tal suerte que el propio estilo de Heráclito da la impresión de ser
"fragmentario" — o, quizás mejor, "lapidario". Ejemplos de tales
"fragmentos" se hallan en la exposición de la doctrina de Heráclito que
ofreceremos. Nos basamos en el contenido de la sección Β ("Fragmente") en la edición de Diels-Kranz; aunque
algunos de ellos son considerados hoy dudosos y, por otro lado, haya que
agregar como "fragmentos" textos que Diels-Kranz no introdujeron en
dicha sección, bastan para nuestro propósito.
Se ha discutido mucho sobre la autenticidad de los textos,
sobre la ordenación de los "fragmentos" y sobre la interpretación a
dar a cada uno de ellos. No podemos hacer estado aquí de esas discusiones, pero
ofreceremos nuestra exposición teniendo en cuenta algunos de los resultados que
estimamos más razonables y sólidos.
La exposición abarca cuatro aspectos: (a) la cuestión del
saber; (b) el problema del cambio; (c) la noción de oposición (y de conflicto)
y (d) la idea de unidad, orden y ley. No pretendemos que Heráclito mismo
hubiese seguido este esquema, pero creemos que el mismo ayuda a comprender mejor
sus doctrinas. Durante un tiempo (y especialmente por la influencia de Platón y
en parte de Aristóteles; y, en la época moderna, seguramente de Hegel, de
Lasalle y otros autores) se insistió en considerar a Heráclito como "el
filósofo del cambio (o del devenir)" frente a Parménides, llamado
"filósofo de la inmovilidad (o del ser)". En nuestra exposición no
negamos este aspecto en el pensamiento de Heráclito, pero no lo consideramos
exclusivo.
a) Heráclito proclama que una cosa es saber mucho y otra
poseer entendimiento; si lo primero implicara lo segundo habría enseñado a
Hesíodo, Pitágoras, Jenófanes y Hecateo a poseer entendimiento. Ni Homero ni Arquíloco
merecen confianza.
Lo importante para Heráclito es un saber de lo esencial:
"Lo sabio es uno: conocer con verdadero juicio de qué modo las cosas se
encaminan a través de todo". Cierto que estos fragmentos se hallan en
conflicto con el fragmento 35…, pero este último fragmento parece menos
importante comparado con la insistencia de Heráclito en que "lo sabio es
uno". Un conflicto semejante se halla entre el fragmento "Prefiero
las cosas en las que hay que ver y oír y percibir" y fragmentos como los
siguientes: "Los ojos y oídos son malos testigos para los hombres cuando
no tienen almas para entender su lenguaje"; "Cuando su visión se
oscurece un hombre prende para sí mismo una luz; ser viviente, cuando está
dormido entra en contacto con los muertos, y cuando despierta entra en contacto
con los dormidos"; "El Señor, cuyo origen se halla en Delfos, ni
habla ni disimula, sino que da una señal" [en español podría decirse:
"significa"]. Pero este conflicto puede ser aparente; el ver y oír y
percibir pueden ser un ver, oír y percibir mediante el entendimiento. En todo
caso, Heráclito parece fundar el saber en una especie de "atención al
Logos": "...aunque el Logos es común, muchos viven como si tuvieran
un entendimiento privado". Saber es saber de lo Uno por medio del Logos.
b. Este saber da un primer resultado: la conciencia de que
todo es flúido y está en perpetuo movimiento.
Platón escribe: "Heráclito dice que todas las cosas
fluyen, y que nada permanece quieto, y comparando las cosas existentes a la
corriente de un río dice que nadie puede sumergirse en él dos veces". Esta
frase de Platón ha condicionado en gran parte la idea de Heráclito como
"el filósofo del devenir".
No es fácil saber si, como apunta Aristóteles fue Cratilo el
que dio esta idea a Platón.
Así, si no Heráclito, por lo menos los "heracliteanos"
subrayaban el "todo fluye". Al referirse a esta interpretación de
Heráclito, escribe Aristóteles: "Y algunos dicen que no hay cosas
existentes que se mueven y otras no se mueven, sino que todas las cosas se
mueven constantemente."
Lo cual —añade— "escapa a nuestra percepción".
Pero aunque se rechace esta interpretación de Heráclito como parcial no parece
fácil excluir de la doctrina de Heráclito las tan repetidas frases: "Sobre
los que se sumergen en los mismos ríos fluyen siempre distintas aguas" y
"El Sol es nuevo cada día". Lo que puede hacerse es subsumir la
doctrina heracliteana del cambio perpetuo de todas las cosas en un conjunto más
amplio. Por lo pronto, en la noción de oposición.
c. Diversos son los fragmentos de Heráclito en los que se
subraya la idea de oposición y conflicto. "Los mortales son inmortales;
los inmortales son mortales, pues que viven su muerte y mueren su vida".
"Y lo mismo existe en nosotros como vivo y muerto, como despierto y
dormido, como joven y viejo; pues lo último [muerto, viejo, dormido] es, tras
haber cambiado, lo primero [vivo, despierto, joven], y lo primero es, tras
haber cambiado, lo segundo". En vista de estos y otros textos similares se
llegó a decir que para Heráclito "la misma cosa es y no es".
Ahora bien, aunque Heráclito parece complacerse en la
contraposición, no se trata tanto de contradicciones como de contrastes. Además,
estos contrastes ofrecen dos características. Por un lado, se trata de predicados
que se contraponen cuando se aplican a dos distintos sujetos: "El mar es
el agua más pura y más impura: para los peces, es potable y saludable, mas para
los hombres es impotable y venenosa". No hay, pues, aquí propiamente
contradicción, pues no se dice que el agua sea pura e impura en el mismo
respecto. Cuando Heráclito escribe que "la guerra es el padre y el rey de
todo, y a algunos aparece como dioses, a otros como hombres; a algunos hace
esclavos y a otros libres" no afirma que aparezca de modo opuesto a los
mismos seres.
Por otro lado, el contraste se manifiesta como un doble
camino. "El camino ascendente y descendente es el mismo": es el mismo
camino en dos posibles direcciones que se encuentran.
El lugar donde se encuentran los opuestos es su fundamento.
Pues muchos "no comprenden cómo lo diverso concuerda consigo mismo;
armonía de lo antagónico como en el arco y la lira". Cierto que Heráclito acumula
contrastes: "Las cosas en conjunto son un todo y no lo son; son algo junto
y separado; son lo que está a tono y fuera de tono; de todas las cosas emerge
una unidad, y de la unidad todas las cosas". Además, parece seguir en ello
un modelo cuyo esquema es, como ha indicado Hans Leisegang, ABBA. Pero en el
fondo de los contrastes late el orden y la unidad.
d. Este orden y unidad son en parte cosa de justicia:
"El sol no traspasará sus límites, pues de lo contrario las Erinias que
administran justicia lo perseguirían". Son también, y sobre todo,
consecuencia de la universalidad del Logos: "Oyéndome no a mí, sino al Logos,
es sabio acordar que todo es uno" [que "todas las cosas son homologas"].
Pues "...todo sucede de acuerdo con ese Logos..." que, según
Heráclito, los hombres no comprenden ni antes ni después de oír hablar de él.
Los contrastes deben arraigar en una ley. De este modo no sólo quedan ordenados
los contrastes, sino también, y muy especialmente, el cambio. Todo fluye y
cambia, pero no de cualquier modo. Cambia según un orden, que puede compararse
con el fuego por cuanto es a la vez lo inestable y lo permanente o, mejor
dicho, lo inestable en lo permanente. Y por eso dice Heráclito en uno de
los fragmentos que consideramos más reveladores de su doctrina, que "este
cosmos [el mismo para todos] no fue hecho por dioses o por hombres, sino que siempre
fue, y es, y será, al modo de un fuego eternamente viviente, que se enciende
con medida y se extingue con medida. La realidad puede describirse
metafóricamente como una pulsación o serie de pulsaciones regidas por una ley y
por un Logos.
Algunos fragmentos que
se le adjudican:
-
«El sol
es nuevo cada día».
-
“Aunque esta razón existe
siempre, los hombres se tornan incapaces de comprenderla, tanto antes de oírla
como una vez que la han oído. En efecto, aun cuando todo sucede según esta
razón, parecen inexpertos al experimentar con palabras y acciones tales como las
que yo describo, cuando distingo cada una según la naturaleza y muestro cómo
es; pero a los demás hombres les pasan inadvertidas cuantas cosas hacen
despiertos, del mismo modo que les pasan inadvertidas cuantas hacen mientras
duermen”.
-
«En
vano se purifican manchándose con sangre, como si alguien, tras sumergirse en
el fango, con fango se limpiara: parecería haber enloquecido, si alguno de los
hombres advirtiera de qué modo obra. Y hacen sus plegarias a ídolos, tal como
si alguien se pusiera a conversar con casas, sin saber qué pueden ser dioses ni
héroes».
-
«Los
asnos preferirían desperdicios antes que oro».
-
«Los
cerdos se regocijan más en el cieno que en agua limpia».
-
“Es de perros
ladrar a quien no se conoce”.
-
«Los
mejores escogen una cosa en lugar de todas: gloria perpetua en lugar de cosas
mortales; pero la mayoría es saciada como el ganado».
-
«Este
mundo, el mismo para todos, ninguno de los dioses ni de los hombres lo ha
hecho, sino que existió siempre, existe y existirá en tanto fuego siempre vivo,
encendiéndose con medida y con medida apagándose».
-
«Incapaces
de comprender tras escuchar, se asemejan a sordos; de ellos da testimonio el
proverbio: aunque estén presentes, están ausentes».
-
«El
camino hacia arriba y hacia abajo es uno y el mismo».
-
«Es
fatiga esforzarse para otros y ser mandado».
-
«Un
hombre estúpido suele excitarse con cualquier palabra».
-
«Cuando
el hombre se embriaga, se tambalea y es conducido por un niño impúber, sin
atender por dónde va, al tener su alma húmeda».