"UN BLOG PARA TODOS Y PARA NADIE

Bienvenidos:

Este es un blog dedicado a mí mismo, poco me importa si leen o no mis publicaciones. "Yo soy pretil junto a la corriente. ¡Agárreme el que pueda! Pero yo no soy vuestra muleta".

Sepan que he invertido cierta parte de mi tiempo en elaborar las publicaciones de este blog y si le sirve de provecho a alguien, ¡enhorabuena!

Los creyentes fanáticos e intolerantes no son bienvenidos en este lugar, vayan a arrojar sus inmundicias a otra parte (tampoco responderé a sus tonterías), pues yo "sé que me cortaron las alas, mas eso no me impedirá elevarme por encima del cielo".

Los predicadores de cualquier índole religiosa, son mis enemigos, y con esto no me refiero a las víctimas de la religión ni a los cristianos liberados, quienes creen en dios según su capricho; tampoco a los que no leen o interpretan las "sagradas" escrituras según su conveniencia. Tengo aún menos consideración por quienes asisten a "retiros espirituales" y "misas" con el único fin de "evangeligar". Estos no son mis enemigos, a lo mucho son comediantes de la "divinidad".

Recomiendo a mi reducido número de lectores un poco de paciencia, ya que encontrarán algunas publicaciones extensas. "¡No arrojes al héroe que hay en tu alma! ¡Conserva santa tu más alta esperanza!"

Por último, quiero proclamar, en nombre del conjunto gregario humano, lo siguiente:

"Creo en la redención de la humanidad: la detonación de la bomba del juicio final".

jueves, 7 de agosto de 2014

DIOS Y LA CIENCIA EN LOS CANTOS DE MALDOROR


… Conozco al Todopoderoso... y él también debe conocerme a mí. Si, por azar, caminamos por el mismo sendero, su vista penetrante me ve llegar desde lejos: entonces toma por un camino transversal a fin de evitar el triple dardo de platino con que la naturaleza me ha dotado a modo de lengua. Tú me concederás el placer, oh Creador, de dejar que difunda mis sentimientos. Manejando la terrible ironía con mano fría y firme, te advierto que mi corazón la contendrá en cantidad suficiente como para atacarte hasta el fin de mi existencia. Golpearé tu hueco armazón, con tal fuerza que me propongo hacer salir de él las restantes parcelas de inteligencia que no quisiste dar al hombre -porque habrías estado celoso al hacerlo igual a ti-, y que habías escondido desvergonzadamente en tus tripas, astuto bandido, como si no supieras que un día u otro las habría descubierto yo con mi ojo siempre avizor y te las habría arrebatado para compartirlas con mis semejantes. Lo he hecho como te digo, y ahora ya no te temen, tratan contigo de poder a poder…

… He visto al Creador, estimulando su crueldad inútil, provocar incendios en los que perecían ancianos y niños. No soy el que comienza el ataque; es él quien me obliga a hacerle girar como un trompo con el látigo de cuerdas de acero. ¿No es él quien me suministra las acusaciones contra él mismo? ¡No agotará mi verbo temible! Mi verbo se nutre de las insensatas pesadillas que atormentan mis insomnios. Pero si ha sido a causa de Lohengrin el que se escribiera lo que antecede, volvamos entonces a él. Por temor de que más tarde no llegara a ser, yo había resuelto de antemano matarlo a cuchilladas, una vez que hubiera pasado la edad de la inocencia…

…¡Raza estúpida e idiota! Te arrepentirás de conducirte así. Te lo digo yo. Te arrepentirás, sí, te arrepentirás. Mi poesía sólo consistirá en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no debería haber engendrado semejante canalla. Los volúmenes se amontonarán sobre los volúmenes, hasta el fin de mi vida, y, sin embargo, en todos ellos no se verá más que esta única idea, siempre presente en mi conciencia.

… Comenzaba a parecerme que el universo, con su bóveda estrellada de globos impasibles y molestos, no era acaso lo que yo había soñado como más grandioso. De modo que un día, cansado de marcar el paso por el sendero abrupto del viaje terrestre, y de alejarme, tambaleándome como un hombre ebrio, a través de las catacumbas oscuras de la vida, alcé con lentitud mis ojos esplénicos, rodeados de un cerco azulado, hacia la concavidad del firmamento, y me atrevía a penetrar, yo, tan joven, en los misterios del cielo. Al no encontrar lo que buscaba, levanté mis párpados asustados más arriba, aún más arriba, hasta que percibí un trono formado de excrementos humanos y de oro, sobre el cual se pavoneaba, con idiota orgullo, el cuerpo, envuelto en un sudario hecho con sábanas sin lavar de hospital, de aquel que se denominaba a sí mismo el Creador…

Oh Creador del universo, no dejaré de ofrecerte esta mañana el incienso de mi oración infantil. A veces la olvido, y he observado que, esos días me siento más feliz que de ordinario; mi pecho se ensancha, libre de toda sujeción, y respiro más fácilmente el aire perfumado de los campos; por el contrario, cuando cumplo con el penoso deber, ordenado por mis padres, de dirigirte cotidianamente un cántico de alabanza, acompañado del tedio inseparable que me causa su laboriosa invención, entonces estoy triste e irrido todo el día, porque no me parece lógico y natural decir lo que no pienso, y busco el retiro de las inmensas soledades.

…Desgraciadamente, ¡cuántos siglos no serán necesarios todavía antes de que la raza humana perezca completamente en mi pérfida trampa! Es así como un espíritu hábil, que no se vanagloria, emplea, para alcanzar sus fines, los mismos medios que parecerían, en un principio, constituir un obstáculo invencible. Siempre mi inteligencia se eleva hacia esa imponente cuestión y vosotros sois testigos de que ya no me es posible limitarme al modesto tema que al principio tenía intención de tratar. Una última palabra... era una noche de invierno. Mientras el viento silbaba entre los abetos, el Creador abrió su puerta en medio de las tinieblas e hizo que entrara un pederasta…

…Gracias por los innumerables servicios que me habéis prestado. Gracias por las extrañas cualidades con que habéis enriquecido mi inteligencia. Sin vosotras, en mi lucha contra el hombre, quizás hubiera sido vencido. Sin vosotras, él me hubiera hecho rodar por la arena y besar el polvo de sus pies. Sin vosotras, una pérfida garra hubiera lacerado mis carnes y mis huesos. Pero siempre me he mantenido en guardia, como un atleta experimentado. Vosotras me disteis la frialdad que surge de vuestras concepciones sublimes, exentas de pasión. Me he servido de ella para rechazar con desdén los goces efímeros de mi corto viaje y para arrojar de mi puerta los ofrecimientos simpáticos, aunque engañosos, de mis semejantes. Vosotras me disteis la prudencia tenaz que se descifra a cada paso en vuestros admirables métodos de análisis, de síntesis y de deducción. Me serví de ella para desconcertar a las perniciosas astucias de mi enemigo mortal, para atacarlo a mi vez con destreza y hundir en las vísceras del hombre un agudo puñal que permanecerá para siempre clavado en su cuerpo, pues es una herida de la que nunca se recuperará. Vosotras me disteis la lógica, que es como el alma misma de vuestras enseñanzas, llena de sabiduría; con sus silogismos, cuyo complicado laberinto se hace más comprensible, mi inteligencia sintió duplicarse sus audaces fuerzas. Con la ayuda de este terrible auxiliar, descubrí en la humanidad, nadando hacia los bajos fondos, frente a los escollos del odio, la maldad negra y horrorosa que se corrompía en medio de los miasmas deletéreos, de los que se admiraban el ombligo. Fue el primero que descubrió en las tinieblas de sus entrañas ese vicio nefasto, ¡el mal!, superior en él al bien. Con esa arma envenenada que me prestasteis, hice descender de su pedestal, construido por la cobardía del hombre, ¡al Creador mismo! Rechinó sus dientes y sintió esa injuria ignominiosa, pues tenía por adversario a alguien más fuerte que él. Pero lo dejaré a un lado, como un rollo de cuerdas, a fin de rebajar mi vuelo...

Conde de Lautréamont (Isidore Ducasse), Los Cantos de Maldoror.

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