"UN BLOG PARA TODOS Y PARA NADIE

Bienvenidos:

Este es un blog dedicado a mí mismo, poco me importa si leen o no mis publicaciones. "Yo soy pretil junto a la corriente. ¡Agárreme el que pueda! Pero yo no soy vuestra muleta".

Sepan que he invertido cierta parte de mi tiempo en elaborar las publicaciones de este blog y si le sirve de provecho a alguien, ¡enhorabuena!

Los creyentes fanáticos e intolerantes no son bienvenidos en este lugar, vayan a arrojar sus inmundicias a otra parte (tampoco responderé a sus tonterías), pues yo "sé que me cortaron las alas, mas eso no me impedirá elevarme por encima del cielo".

Los predicadores de cualquier índole religiosa, son mis enemigos, y con esto no me refiero a las víctimas de la religión ni a los cristianos liberados, quienes creen en dios según su capricho; tampoco a los que no leen o interpretan las "sagradas" escrituras según su conveniencia. Tengo aún menos consideración por quienes asisten a "retiros espirituales" y "misas" con el único fin de "evangeligar". Estos no son mis enemigos, a lo mucho son comediantes de la "divinidad".

Recomiendo a mi reducido número de lectores un poco de paciencia, ya que encontrarán algunas publicaciones extensas. "¡No arrojes al héroe que hay en tu alma! ¡Conserva santa tu más alta esperanza!"

Por último, quiero proclamar, en nombre del conjunto gregario humano, lo siguiente:

"Creo en la redención de la humanidad: la detonación de la bomba del juicio final".

sábado, 24 de septiembre de 2011

EL ARTE DE PERDER LA RAZÓN



  • "Nada importa más a los hombres que la satisfacción de su vanidad, siendo la herida más dolorosa aquélla que la afecta" Schopenhauer.
  • "Nunca, incauto, te dejes arrastrar a discusiones; que el sabio que discute con ignaros expónese a perder también su norte" Goethe.

A menudo la discusión -ya que se trata de una "colisión de cabezas"- es de mucha utilidad para ambas partes, pues sirve para la rectificación de las propias ideas y, además, para proporcionar nuevos puntos de vista, si bien, ambos contrincantes deben estar igualados en cuanto a cultura e inteligencia. si a uno de ellos le falta la primera, no entenderá todo, no estará au niveau (a la misma altura). Si le falta la segunda, el rencor que sentirá por ello le instigará a actuar deslealmente, con astucia o grosería.

Pero aún se tiene peor suerte si al adversario le faltan ingenio e inteligencia, a no ser que sustituya este defecto por un anhelo sincero de verdad e instrucción. No siendo así, se sentirá enseguida herido en su parte más sensible y, quien dispute con él, notará enseguida que ya no lo hace contra su intelecto, sino contra lo radical del ser humano, es decir, que tiene que vérselas con la voluntad del adversario, que lo único que busca es quedarse con la victoria sea por fas o por nefas. De ahí que su mente ya no se ocupe entonces de otra cosa más que de astucias, ardides y toda clase de engaños hasta que, agotados éstos, recurra para terminar a la grosería, con el único fin de compensar de una o de otra manera sus sentimientos de inferioridad y, según el rango y las relaciones de los contrincantes, convertir la pugna de los espíritus en una lucha cuerpo a cuerpo, en donde espera tener más posibilidades de éxito. Así, pues, la segunda regla es que no se debe discutir con personas de inteligencia limitada. Como puede verse, pocos serán aquellos con los que se pueda entablar una controversia; en realidad, sólo debe hacerse con quienes constituyen tina excepción. En cambio, la gente que constituye la regla, se toma a mal ya el hecho mismo de que no se comparta su opinión; mas para eso tendrían que disponerla de tal manera que pudiera ser compartida. Aun sin que lleguen a recurrir a esa ultima ratio stultorum a la que más arriba nos referíamos, en controversia con ellos casi siempre se tendrá algún disgusto, porque no sólo habrá que vérselas con su incapacidad intelectual, sino además, también con su maldad moral, que habrá de mostrarse repetidas veces en su comportamiento a lo largo de la discusión.

Arthur Schopenhauer - La Dialéctica Erística



domingo, 11 de septiembre de 2011

SEBASTIAN FAURE (1858 - 1942)





Sebastian Faure "El Anarquista"


  • ¿Hubiera yo soñado jamás en negar la existencia de Dios, si vosotros no hubierais empezado por afirmarla, y cuando era todavía un niño no se me hubiera impuesto la necesidad de creer en él, si cuando era adolescente no hubiera oído afirmaciones en este sentido, si hombre ya, mis miradas no hubieran constantemente contemplado las iglesias y los templos elevados a ese Dios?
  • Han sido vuestras afirmaciones las que han provocado mis negaciones. Cesad de afirmar vosotros y yo cesaré de negar.
  • ¡Levanta, hombre! Derecho, altivo, rebelde, declara una guerra implacable al Dios que tanto tiempo ha impuesto a ti y a tus hermanos una embrutecedora veneración. Desembarázate de ese tirano imaginario y sacude el yugo de ésos que se pretenden sus representantes aquí en la tierra. Mas acuérdate de que si sólo haces esto, la tarea no será realizada más que a medias. No olvides que de nada te servirá romper las cadenas que los dioses imaginarios, celestes y eternos han forjado contra ti, si no rompes las que contra ti han formado los dioses pasajeros y positivos de la tierra.
  • Y cuando te hayas emancipado de los dioses, del cielo y de la tierra; cuando te hayas desembarazado de los tiranos de abajo y de los tiranos de arriba; cuando hayas realizado ese doble gesto de liberación, entonces, solamente, ¡oh, hermano!, saldrás del infierno en que te hayas y realizarás tu cielo. Dejarás las tinieblas de tu ignorancia para entrar de lleno en las puras claridades de tu inteligencia, despierto ya de la influencia letárgica de las religiones.




Su vida:

Auguste Louis Sébastien Faure nació en 1858 en una familia católica de clase media en Saint-Etienne (cerca de Lyon en el centro de Francia). Fue muy bien educado en escuelas jesuitas y destinadas para el sacerdocio, pero después de la muerte de su padre entró en el negocio de los seguros. Después del servicio militar, pasó un año en Inglaterra. Se casó y se trasladó a Burdeos (en el suroeste de Francia). Pronto perdió la fe y se convirtió en un socialista. Se propuso, sin éxito, como candidato del Partido Obrero (el marxista Partido de los Trabajadores) en la Gironda en las elecciones de 1885, pero bajo la influencia de Peter Kropotkin, Élisée Reclus y Joseph Tortelier se trasladó hacia el anarquismo.

En 1888 rompió con los socialistas, se instaló en París, y dedicó el resto de su vida a una carrera como propagandista de tiempo completo para el anarquismo. Él y su esposa se separaron, aunque se reconciliaron después de muchos años. Se convirtió en un escritor y orador muy activo, para ganarse la vida dando conferencias en todo el país.
Él nunca pretendió ser un pensador original, pero fue un divulgador eficaz de las ideas de otros. Tomó una línea moderada en el movimiento, y abogó por un enfoque ecléctico, que trató de unir a todas las tendencias. No estaba convencido del nuevo movimiento sindical a finales de 1890, pero fue un sindicalista activo. No era un individualista, pero tomó en serio el individualismo. No estaba a favor de métodos violentos, pero simpatizaba con aquellos que los utilizaban. Él no era un simple teórico de sillón, pero fue de los más buscados, detenido y procesado y, ocasionalmente, encarcelado por sus actividades.
En un primer momento se asoció estrechamente con Louise Michel , pero pronto se convirtió en una figura importante por derecho propio, y uno de los más conocidos anarquistas en el país. En 1894 fue uno de los acusados en el “Juicio de los treinta”, cuando las autoridades francesas intentaron, sin éxito, suprimir el movimiento anarquista la relación de sus líderes en conspiraciones criminales, y fue absuelto. Estuvo involucrado con varios periódicos en diversas ocasiones en varias partes de Francia, el más importante de los cuales fue "Le Libertaire" (El Libertario), que comenzó con Louise Michel, en noviembre de 1895 y que se publicaba una vez por semana, hasta junio de 1914. Estuvo activo en el movimiento de Dreyfusard, en sustitución de "Le Libertaire" con el periódico "Diario del Pueblo" en 1899. También produjo "Le Quotidien" (El Diario) en Lyon durante 1901-1902. Desde 1903 fue activista en el movimiento del control de la natalidad. De 1904 a 1917 trabajó una escuela liberal llamada La Ruche (La Colmena) en Rambouillet (cerca de París).
Era un opositor moderado de la Primera Guerra Mundial, y emitió un manifiesto Vers la Paix (Hacia la paz) a finales de 1914. Produjo un semanario de izquierda "Ce qu'il faut dire" de abril 1916 a diciembre 1917. En 1918 y 1921 estuvo brevemente en prisión por delitos sexuales envuelto con jóvenes chicas, esto lo perjudicó pero no destruyó su carrera.

Después de la guerra revivió "Le Libertaire", que se prolongó desde 1919 hasta 1939. En 1921 lideró un movimiento anarquista reaccionario francés contra la dictadura comunista de crecimiento en la Unión Soviética. En enero de 1922 comenzó "La Revue Anarquista", revista mensual líder en el movimiento anarquista francés entre las dos guerras mundiales.

En la década de 1920 se opuso al sectarismo, tanto de los Plataformistas autoritarios y de sus críticos, y defendió lo que llamó un “anarquista de síntesis” en la que el individualismo, el comunismo libertario y anarco-sindicalismo podrían coexistir. En 1927 encabezó una secesión de la Unión Anarquista nacional, y en 1928 ayudó a fundar la Asociación de Anarquistas federales e iniciar su trabajo, "La Voix Libertaire" que duró desde 1928 hasta 1939.. Se reconcilió con la organización nacional y "Le Libertaire" en 1934. Durante la década de 1930 tomó parte en el movimiento por la paz como un miembro destacado de la Liga Internacional de los Combatientes por la Paz. En 1940 se refugió de la guerra en Royan (cerca de Burdeos), donde murió en 1942.

Además de innumerables artículos y conferencias (muchas de las cuales fueron impresos como folletos y algunos de los cuales fueron recopilados como libros), y varios folletos anarquistas y ateos. Su principal obra fue una trilogía ambiciosa de libros La Douleur universelle: Filosofía Libertaire (Dolor universal dolor: Filosofía liberal), una obra sobre los problemas causados por la autoridad, que fue publicado en 1895; Medicastres: Libertaire Philosophie (Charlatanes: Filosofía Liberal), un relato de las falsas soluciones a los problemas causados por la autoridad, que no fue publicado; y communisme Lun: Le bonheur universel (Mi comunismo universal de la felicidad), un relato ficticio de la revolución libertaria, que fue publicado en 1921. En 1923 publicó L'religieuse impostura (impostura religiosa), un largo ataque a la religión (una edición revisada apareció en 1948).

En 1926 comenzó su proyecto más ambicioso: La preparación de la Enciclopedia Anarquista, una de las publicaciones liberales y más valiosa e impresionante jamás producida. Este apareció en 1927 como una serie de piezas separadas y luego en 1932 en un conjunto de volúmenes masivos. Toda la obra, que contiene cerca de 3.000 páginas, consistió en una referencia general alfabética con la colaboración de los principales escritores anarquistas de todo el mundo. Faure fue el editor en jefe, y también el autor de muchos de los artículos más importantes.

El folleto Douze preuves de l'inexistencia de Dieu, ("Doce pruebas de la no existencia de Dios"), que está basado en conferencias que dio en muchas ocasiones, se publicó por primera vez en París en 1914. Fue reimpreso con frecuencia, y también traducido en varias ocasiones. Justo antes de su muerte, una traducción de Aurora Alleva y DS Menico fue publicada en los Estados Unidos como ¿Existe Dios?

 E-book:


"Cesad de afirmar vosotros y yo cesaré de negar"



sábado, 27 de agosto de 2011

EL HOMBRE Y DIOS



...Olvidan que el hombre no es un ser aislado. No pensamos, ni sentimos, ni actuamos solos. Somos seres ligados a otros seres con quienes constituimos la humanidad que nos constituye como hombres. Toda religión es religión compartida: no hay religión sin correligionarios. La relación del hombre con Dios es relación de un grupo social con ese Dios. Y el grupo no procede en función de la inteligencia, ni de la voluntad, ni del sentimiento individual; es una realidad superior a cada uno de sus integrantes, a quienes impone ideas, sentimientos, actos. La rela­ción con Dios no se da en la soledad sino en la co­lectividad. No hay religión sino correligión, porque o cual la tinta de los sabios vale más que la sangre de los mártires.
[...]
...Únicamente la horda, el clan, la tribu…, la humanidad, tienen existencia real y concreta. El hombre —los hombres: tú, yo— nada es, ni nada importa: a nada puede aspirar, a nada debe aspirar; ni por sí mismo, ni para sí mismo. No hay más salvación que la salvación gregaria de la societas. La soledad está prohibida y condenada. No hay beata solitudo. Únicamente hay... ¡beata multitudo!
[...]
...El ser supremo se convierte entonces en un no ser, en una nada que no sólo no tolera afirmación alguna, sino que ni siquiera admite ninguna negación y hasta deja de ser un no ser e im­pone a la inteligencia la humillación del silencio.
[...]
La voluntad sufre, ante Dios, el mismo desconcierto, porque Dios le ofrece la paradoja evangélica de "la mejilla izquierda" y el "no he venido a meter paz sino espada"; la paradoja coránica del "apresadlos y matadlos dondequiera que los halléis" y el "matar a un hombre es como matar a todo el género humano"; la paradoja krishnaíta del "¡Renuncia al fruto de las obras!" y el "¡Combate, porque si mueres ganarás el cielo y si vences poseerás la tierra!" Y las paradojas del cielo que "padece fuerza" y sin embargo exige la renuncia a toda acción; de la libertad y la predestinación; del mérito y la gracia.
[...]
El grupo, la iglesia, quiere ser compacta, como de piedra que nunca habrá de resquebrajarse; quiere contraponer la unidad de su naturaleza sagrada a la pluralidad profana de los individuos que permanecen fuera de ella; pero, sin embargo, crea en su propio seno nuevos grupos, cada uno de los cuales parece querer salvar el cuerpo místico amenazado, y así sucesivamente, hasta disgregarse en una nueva pluralidad de individuos que optan por la vida monástica o por la soledad ascé­tica y dejan de participar, perdidos en los desiertos, en la brega mundana de la comunidad a la que, sin em­bargo, siguen considerándose misteriosamente unidos. La iglesia es siempre paradójica: se afirma como socie­dad religiosa cuyo reino no es de este mundo; pero intenta, a pesar de ello, su conquista; y en los mo­mentos más difíciles recurre, para ello, a quienes han abandonado el mundo, como sucedió con aquel Ber­nardo de Pisa que fue sacado de su celda monástica y llevado a palacio y vestido de púrpura para que pu­siese "cepo a los reyes" y "esposas a los nobles".

Ya se trate del pensamiento, o del sentimiento, o de la voluntad del individuo o del grupo, la relación con Dios aparece siendo siempre un desafío a todos los esquemas de la vida común, y exige que nos perdamos y lo perdamos todo si queremos encontrarnos y encontrarlo todo: perder todo conocimiento, para encontrarlo en la ignorancia; perder toda posesión, para encontrarla en la renuncia; perder todo amor, para encontrarlo en el tedio; perder toda solidaridad, para encontrarla en la soledad. Y todas estas paradojas se reducen a una sola, que la vieja sabiduría taoísta encerró en su fórmula del wu wei: "No hay nada que el no hacer no haga".
Pero el hombre no se resigna a salvarse perdiéndose. La admonición que le exige renegar de sí mismo le suena a escándalo. ¿Cómo el homo sapiens habrá de resignarse a no saber?; ¿cómo habrá de deponer el orgullo de su inteligencia capaz de escrutarlo e iluminarlo todo? El hombre sabe que es posible, partiendo de los principios evidentes, emprender todas las aventuras del "por lo tanto". Sabe que esos "principios" y ese "por lo tanto" imponen un acatamiento absoluto; y, cuando se siente vacilar, recurre a ellos. Se diría que sospecha la deficiencia y la debilidad de su fe; y de ahí que confiese y clame, como en el episodio evangélico: "Creo, Señor: ayuda mi incredulidad".
 
La suya es una fe necesitada de socorro; una fe que le propone lo que ha de entender, pero sin ofrecérselo de modo inteligible —ftdes quaerens intellectum—, aun cuando sea también una fe sin la cual no es posible entender nada. El hombre necesita creer, para saber —credo ut intelligam—; pero la fe no es, ella misma, saber. Incrédula, la fe acicatea a la inteligencia: la insta a recurrir a aquellos "principios" y a valerse de aquel "por lo tanto". Acaso la inteligencia pueda darle el sostén que la afirme para siempre, y la claridad que la redima de sus tinieblas. Ésa es la humildad y al mismo tiempo la soberbia de la fe: humildad, porque se confiesa necesitada de socorro; soberbia, porque hay algo de lo que no duda: de que la inteligencia ha de venir a corroborarla.
[...]
Pero esta letanía no alcanzaba a ahogar la otra, la del "Creo, Señor: ayuda mi incredulidad". ¿Por qué, si existe lo contingente —lo que hubiera podido no existir— ha de existir lo forzoso —lo que no hu­biera podido no existir—? Existe lo contingente; y eso es todo... ¿Por qué, si existe la imperfección, ha de existir lo perfecto? Existe la imperfección; y eso es todo... ¿La armonía del universo? ¿El mundo, so­metido a número, peso y medida? Sí. Pero ¿y todos los horrores de la vida?; ¿y todos los horrores de la his­toria? ¿Se resuelven, al final, en una armonía tan se­rena como la de los astros? Al final, tal vez; pero ¿mientras se los sufre? ¿Nada importa ese sufrimien­to?; ¿nada significa ese horror? ¿El pretendido orden del universo no es la suprema amoralidad, la suprema indiferencia ante los sufrimientos de las criaturas? ¿Sólo nos ha de interesar esa armonía final del cosmos?; ¿hemos de prescindir de nosotros mismos, criaturas do­lientes y angustiadas?... Queda la otra ley, en nos­otros: la ley moral. Sí. Pero esa ley moral ¿es tal ley?; ¿tiene la universalidad de la ley que parece regir el juego de los astros?
[...]
Cualquiera de las demostraciones de la existencia de Dios puede llegar a convencernos. Pero lo que esas demostraciones no consiguen es persuadirnos, es decir, mover nuestro ánimo y transformar nuestra existencia. La demostración de que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos nos convence porque satisface a nuestra inteligencia: no nos queda duda alguna de que eso es "cierto". Pero eso que nuestra inteligencia acata sin rebeliones, eso que es "cierto", no compromete nuestro futuro, no nos obliga a rever toda nuestra vida; después de la demostración del teorema, seguimos siendo quienes éramos, aunque tenga­mos un "conocimiento" más. Lo mismo sucede con las demostraciones de la existencia de Dios: después de en­tenderlas, aun cuando no tengamos nada que objetar a ellas, seguimos siendo quienes éramos. Esas demostra­ciones no "convierten" a nadie, como a nadie convierte el teorema de Pitágoras. Y el hecho de que un mismo filósofo o teólogo multiplique las demostraciones de la existencia de Dios prueba que no confía en la eficacia de ninguna de ellas, pues si creyese en su eficacia una sola demostración le bastaría. A lo que ya se ha demos­trado, ninguna nueva demostración puede agregar nada. ¿Por qué, entonces, esa multiplicación? Las demostra­ciones no se refuerzan las unas a las otras, pues cada una de ellas es considerada suficiente. Si se las multiplica es porque se advierte su insuficiencia insanable: con­vencen, pero no persuaden. Diríase que lo que me­diante la multiplicación se persigue es provocar como por agobio el rendimiento de nuestro ánimo y la conversión de nuestra vida.
[...]
La realidad del dolor es el argumento invocado también muchas veces en Occidente, y tiene su más dramática expresión en el Libro de Job. Ante la pre­sencia del dolor, y más aún del dolor injusto —que es la forma suprema del mal—, Job, desconcertado, clama desde sus tinieblas. Ha resuelto, víctima inocente, "no detener su boca" y "hablar con toda la amargura de su alma". ¿Qué Dios es ese Dios que lo ha sumido en las tinieblas?; ¿qué Dios ese Dios para quien todo es po­sible y que no impide el dolor de los hombres y el dolor aún más tremendo de los justos? ¿Por qué ese Dios no se apiada de nuestra debilidad?; ¿por qué nos sacó de su seno, donde éramos inocentes como niños, para abandonarnos, como débiles pajuelas, a los vientos de la adversidad? ¿Y por qué juzga nuestros actos? ¿No merece, ese Dios que cuenta nuestros pecados, ese Dios, que nos mira y al que nunca podemos mirar cara a cara sin morir, ser llamado a juicio? Eso clama Job: "¡Ojalá se hiciera el juicio entre Dios y el hombre, como se hace el de un hijo del hombre con su compa­ñero!" No hay más juez que Dios. Eso parece justo, supremamente justo. Sin embargo ¿no es eso la injusticia misma?
[...]
Ante la realidad del dolor inmerecido, el hombre ha tenido que optar o por la soberbia que desafía a Dios y reniega de su justicia, o por la humildad que ante los designios del Deus absconditus se resigna, "envuelta en tinieblas como en pañales de infancia", a ser "un alma que llora sobre sí misma".

Esa alma que llora sobre sí misma, en vez de es­crutar los designios divinos, escruta entonces sus pro­pias tinieblas, y se descubre pecadora, y siente que su existencia ha sido como la violación de una ley. En los lúcidos momentos de vigilia, en los oscuros momentos del sueño, en los crepusculares momentos de la imaginación, ha venido, desde la infancia, incurriendo en pecado: secreta o abiertamente, ha ido contra una ley misteriosa que, a diferencia de las leyes humanas, no puede ser violada impunemente; y que, también a diferencia de esas leyes humanas, no admite burla ni escarnio. En las leyes humanas, la violación, confesada, se convierte en delito y acarrea sanción. Pero esta otra es una ley paradójica donde la confesión parece bastar, por sí sola, para eximir de la culpa. 


Vicente Fatone, El hombre y Dios.

martes, 16 de agosto de 2011

LA PRÁCTICA GUERRERA POR F. NIETZSCHE



Por naturaleza soy belicoso. Atacar forma parte de mis instintos. Poder ser enemigo presupone tal vez una naturaleza fuerte; en cualquier caso es lo que ocurre en toda naturaleza fuerte. Ésta necesita resistencias y, por lo tanto, busca la resistencia: el pathos agresivo forma parte de la fuerza con igual necesidad con que el sentimiento de venganza y de rencor forma parte de la debilidad. La mujer, por ejemplo, es vengativa: esto viene condicionado por su debilidad, lo mismo que viene condicionado por ella su excitable sensibilidad para la indigencia ajena.

Mi relación con los seres humanos constituye para mí un reto considerable a mi paciencia.

Mi humanitarismo no consiste en simpatizar con el hombre tal y como éste es en realidad, sino en soportar el hecho de experimentar dicho sentimiento. Mi humanitarismo me obliga a estar constantemente venciéndome a mí mismo.

La fortaleza del agresor se mide, en cierto modo, por los adversarios que necesita; crecer es buscar un adversario -o un problema- más poderoso.

La cuestión no está en superar las resistencias en general, sino en superar aquéllas frente a las cuales hemos de recurrir a toda nuestra fuerza, a toda nuestra agilidad y a toda nuestra maestría en el dominio de las armas; en vencer a adversarios que sean iguales a nosotros.

La primera condición requerida para un duelo honrado es la igualdad con el enemigo".

No podemos luchar contra los que despreciamos; no debemos luchar con quién está a nuestras órdenes, con quien sabemos que se halla por debajo de nosotros.

Mi práctica guerrera se reduce a cuatro principios:

  1. Primero, sólo ataco lo que ya cuenta con alguna victoria, y a veces, espero que la consiga.
  2. Segundo, sólo ataco cuando me encuentro sin aliados, cuando estoy solo, cuando soy yo el único que se compromete.
  3. Tercero, no ataco nunca a personas; me sirvo sólo de la persona como una poderosa lente de aumento con la que se puede ver una situación general de peligro, que se halla oculta y es difícil de captar.
  4. Cuarto, sólo ataco aquello de lo que está excluida toda disputa personal, toda idea oculta de experiencias dolorosas.

"Para mí, atacar constituye una manifestación de benevolencia y, a veces, de agradecimiento".

"Honro y distingo una cosa o a una persona, al vincularlas con mi nombre. El hecho de que esté a su favor o en su contra, para mí es algo indiferente".

"Si yo hago la guerra al cristianismo, ello me está permitido porque por esta parte no he experimentado ni contrariedades ni obstáculos; los cristianos más serios han sido siempre benévolos conmigo. Yo mismo, adversario de rigueur (de rigor) del cristianismo, estoy lejos de guardar rencor al individuo por algo que es la fatalidad de milenios".

"Soy demasiado curioso, demasiado problemático, demasiado altanero para que me agrade una respuesta burda. Dios es una respuesta burda, una indelicadeza contra nosotros los pensadores; incluso en el fondo no es nada más que una burda prohibición que se nos hace: ¡no debéis pensar!"

"Muy pocos son independientes; éste es un privilegio de los fuertes. Y quién, sin necesidad, trata de serlo, aunque tenga todo el derecho a ello, demuestra no sólo que es fuerte, sino sumamente temerario".


lunes, 15 de agosto de 2011

LA SOLEDAD ARISTOCRÁTICA POR A. SCHOPENHAUER



  • "He buscado siempre la vida solitaria (los ríos, las camiñas y los bosques lo saben), para huir de esos ingenios deformes y miopes que han perdido el camino del cielo" Francesco Petrarca

Todos los miserables muestran una sociabilidad que causa lástima; en cambio, se conoce que un hombre es más noble cuando no halla distracción alguna con los demás, cuando prefiere más y más el aislamiento de su sociedad y adquiere con la edad insensiblemente la convicción de que, salvas raras excepciones, hay que escoger en el mundo entre la soledad y la vulgaridad. Ésta máxima, por dura que parezca, ha sido expresada por Ángel Silesio, a pesar de toda su caridad y ternura cristiana: "La soledad es penosa, sin embargo, si desechas la vulgaridad, podrás vivir en un desierto." En lo que concierne a los talentos eminentes, es muy natural que estos verdaderos educadores de todo género humano sientan también tan poca inclinación de ponerse en comunicación frecuente con los demás como pueda sentirse el pedagogo de mezclarse en los bulliciosos juegos del tropel de chicos que le rodea, porque han nacido para guíar a los demás hombres hacia la verdad sobre el océano de sus errores, para desviarles del abismo de su grosería y de su vulgaridad, para elevarles a la luz de la civilización y el perfeccionamiento, deben, es verdad, vivir entre ellos, pero sin pertenecerles realmente, se sienten, por consiguiente, desde su juventud criaturas sensiblemente diferentes; pero la convicción muy distinta en este punto sólo llega a ellos insensiblemente, a medida en que avanzan en edad; entonces cuidan de añadir la distancia física a la distancia intelectual que les separa del resto de los hombres y velan porque nadie, a menos que sea una excepción de la vulgaridad general, se les acerque demasiado.
Resulta de esto que el amor a la soledad no aparece directamente y en el estado de instinto primitivo, sino que se desarrolla indirectamente, en particular en los espíritus distinguidos, y progresivamente, no sin tener que dominar el instinto natural de la sociabilidad y aun que combatir a veces alguna sugestión mefistofélica:

  • "Deja de jugar con tu pesar que, semejante a un buitre, te roe la existencia; la peor compañía te hace sentir que eres un hombre con los hombres"
La soledad es el patrimonio de los espíritus superiores; les entristecerá a veces, pero la escogerán siempre como el menor de los males. Sin embargo, con los progresos de la edad, el sapere ande se hace cada vez más fácil y natural; a los sesenta años la inclinación a la soledad llega a ser completamente natural, casi instintiva. En efecto todo se reúne para favorecerla. Los resortes que empujan más enérgicamente a la sociabilidad, a saber el amor a las mujeres y el instinto sexual, no obran ya entonces; la desaparición del sexo hace aún nacer en el viejo cierta capacidad de bastarse a sí mismo, que poco a poco absorbe completamente al instinto social. Se despierta de sueños, decepciones y locuras; no hay ya planes ni proyectos que formar; la generación a que se pertenece realmente no existe; rodeada de una raza extraña, se halla el viejo objetiva y esencialmente aislado. Con esto se ha acelerado el vuelo del tiempo, y se le quisiera emplear aún intelectualmente. Porque, en este momento, con tal que la cabeza haya conservado sus fuerzas, los estudios de toda clase se han hecho más fáciles y más interesantes por la gran suma de conocimientos y experiencia adquirida, por la meditación, progresivamente más profunda de toda idea, así como la gran aptitud para el ejercicio de todas las facultades intelectuales. Se ve claro en infinitas cosas que antes estaban sumidas en inmensa niebla; se obtiene resultados y se siente enteramente la propia superioridad. Al cabo de una larga experiencia se ha dejado de esperar gran cosa de los hombres, puesto que a lo sumo no ganan con ser conocidos de cerca; se sabe más bien, salvo raras excepciones que no se encontrarán en la naturaleza humana sino ejemplares muy defectuosos y a los cuales vale más no tocar. No se está ya expuesto a las ilusiones ordinarias, se ve muy pronto lo que cada hombre vale, y rara vez se desea entrar en relación más íntima con él. En fin, cuando, sobre todo, se reconoce en la soledad una amiga de la juventud, el hábito del aislamiento y del comercio consigo mismo se ha implantado, y es entonces una segunda naturaleza. Así el amor a la soledad, esa cualidad que ha sido preciso conquistar en lucha contra el instinto de sociabilidad, es en adelante natural y simple; se está a gusto con la soledad como el pez en el agua. Así todo hombre superior que tiene una individualidad que no es semejante a la de los demás, y que, por consiguiente, ocupa un lugar único, se sentirá aliviado en su vejez por esta posición enteramente aislada, aunque haya podido ser por ella agobiado en su juventud.
Ciertamente cada cual no poseerá su parte de este privilegio real de la edad sino en la medida de sus fuerzas intelectuales; el talento eminente le adquirirá , pues, antes que todos los demás; pero, en menor grado, todos llegarán a adquirirle. Solamente las naturalezas más pobres y las más vulgares serán en la senectud tan sociables como antes.

  • "Todo el mundo sabe que se aligeran los males soportándolos en común; entre estos males parece que los hombres cuentan el aburrimiento y por esto se agrupan a fin de aburrirse juntos. Así como el amor a la vida no es en el fondo el temor a la muerte, así el instinto social de los hombres no es un sentimiento directo, es decir, no descansa sobre el amor a la sociedad, sino sobre el temor a la soledad, porque no es que se busca la bienhechora presencia de los demás; se huye más bien de la avidez y desolación del aislamiento, así como la monotonía de la propia conciencia; para huir de la soledad toda compañía es buena, aun la mala, y cada cual se somete con gusto a la fatiga y a la coacción que toda sociedad lleva necesariamente consigo. Pero cuando el disgusto de todo esto lleva la delantera ; cuando, como consecuencia, se está a la soledad y endurecido contra la impresión primera que produce, de tal modo que no se experimente esos efectos que ya hemos descrito antes, entonces se puede fácilmente permanecer siempre solo, no se suspirará ya más por el mundo, precisamente porque no es ya una necesidad directa y porque se está acostumbrado a la soledad y a sus propiedades bienhechoras" A. Schopenhauer.

Comentario:

Después de esta gran exposición de ideas del filósofo solitario por excelencia, Arthur Schopenhauer, debo señalar que no sólo los filósofos ubérrimos de la historia privilegian la soledad, sino también las "sagradas escrituras", que aconseja no sólo respecto de la soledad sino que se aventura también a aconsejar respecto a la sexualidad, enlazándolas equivocadamente. Para cerciorarse de mis afirmaciones pregúntenle a cualquier asceta cristiano sobre la unión mística con dios, aunque ya no existen ese tipo de ejemplares, sin embargo pueden encontrarlos en la historia o también en el budismo, en la realización del nirvana.

1 CORINTIOS 7; 32, 33, 34, 39 y 40.
  • 7; 32 Quisiera, pues, que estuvieseis sin congoja. El soltero tiene cuidado de las cosas del señor, de cómo agradar al señor;
  • 7; 33 pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer.
  • 7; 34 Hay asimismo diferencia entre la casada y la doncella. La doncella tiene cuidado de las cosas del señor, para ser santa así en cuerpo como en espíritu; pero la casada tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. 
  • 7;39 La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el señor.
  • 7; 40 Pero a mi juicio, más dichosa será si se quedare así y pienso que también yo tengo el espíritu de dios.

Parerga y Paralipómena - Aforismos sobre la sabiduría en la vida de Arthur Schopenhauer.

miércoles, 27 de julio de 2011

El ASESINATO DE dios POR HENRI LEFEBVRE




Y cuando yo clamo: «Maldecid a todos los demonios cobardes que hay en vosotros, a los que les gustaría gimotear y juntar las manos y adorar»307: entonces ellos claman: «Zaratustra es ateo».
Y en especial claman así sus maestros de resignación -; mas precisamente a éstos me gusta gritarles al oído: ¡Sí! ¡Yo soy Zaratustra el ateo!
¡Estos maestros de resignación! En todas partes en donde hay algo pequeño y enfermo y tiñoso se deslizan ellos, igual que piojos; y sólo mi asco me impide aplastarlos.
¡Bien! Este es mi sermón para sus oídos: yo soy Zaratustra el ateo, el que dice «¿quién es más ateo que yo, para disfrutar de su enseñanza?».
Yo soy Zaratustra el ateo: ¿dónde encuentro a mis iguales? Y mis iguales son todos aquellos que se dan a sí mismos su propia voluntad y apartan de sí toda resignación.
Yo soy Zaratustra el ateo: yo me cuezo en mi puchero cualquier azar. Y sólo cuando está allí completamente cocido, le doy la bienvenida, como alimento mío.
 
Así habló Zaratustra - F. Nietzsche


Henri Lefebvre 1901 - 1991 (filósofo francés)


El universo aspira a la conciencia, a la posesión de sí, es decir, a lo divino. Un Dios se forma en el mundo. Sin embargo, el nietzscheísmo (aquí su novedad en relación a las metafísicas clásicas) no es una teología; o más bien, es una teología al revés, una teología del pecado, “más allá del bien y del mal”. Dios- el Dios infinito de los cristianos- se forma realmente en el mundo, al mismo tiempo que el hombre y en el hombre. El hombre puede realmente servir a Dios y ¡aquí el bien y el mal! Porque es necesario que el hombre se ofrezca en holocausto y que muera para que Dios nazca. Los teólogos han esperado esta fatalidad situando lo divino en lo sobrenatural que exige el sacrificio de la naturaleza y de la tierra. Inversamente ¡lo humano exige la muerte de Dios! Estos dos rivales, estos dos grandes antagonistas no pueden realizarse juntos. La realización supone una aniquilación: el Hombre tiene que matar a Dios.
Nietzsche experimenta religiosamente el fin de las religiones y el crepúsculo de los dioses. Se representa una tragedia cósmica: si Dios está muerto, ¡es que nosotros lo hemos matado! Nacía de nosotros el “otro”. Dios era la alienación del hombre, su adversario, incompatible con él. Todo pasa en lo existencial; si los hombres han pensado en Dios, si los genios místicos aspiraban a lo divino, es que realmente lo divino se formaba en ellos. Exigía de ellos el ascetismo, el renunciamiento, es decir, el odio a la “tierra”, el resentimiento contra la “vida”.
Entonces, los hombres han tenido que llevar a cabo y repetir un acto espantoso, misterioso, que los libere, pero despojándolos de lo que había de mejor en ellos: el asesinato de Dios. La nada es a la vez nuestro enemigo y nuestra arma para sobrepasar en el dolor esta etapa de nuestra creación por nosotros mismos, lo divino.
El hombre que ha matado a Dios ha llevado a cabo un acto necesario; y sin embargo, es el insensato de quien habla la Gaya ciencia y “el más feo de los hombres” de quien se trata en la última parte de Zaratustra.
El asesino de Dios- singular paradoja- no es el ateo. El ateo nietzscheano tiene el sentido de lo divino. El verdadero asesino de Dios ¡es el cristiano! El cristianismo no fue mas que en apariencia una fe en Dios, una vida humana en el sentido de lo divino. En realidad, fue el “más bajo nivel de la evolución descendente del tipo divino”. Es de todo punto falso decir que el cristianismo ha perdido históricamente su impulso primitivo. Desde el principio fue una degeneración.
El cristianismo, o más exactamente, el judeocristianismo, no ha sido, según Nietzsche, mas que una invención del resentimiento judío para arrastrar el mundo a la decadencia. Fue una especie de mala jugada genial, una invención grotesca y feroz de los judíos para vengarse de las innumerables vejaciones y persecuciones que ya habían sufrido.
Los judíos han turbado y corrompido los espíritus, han impedido a miles de millones de hombres gozar de la tierra. Humanamente e incluso desde el punto de vista de la religión, el judeo-cristianismo fue un fenómeno de decadencia. En su punto de partida hubo una mala inteligencia. El creador del judeo-cristianismo en tanto que doctrina y en tanto que Iglesia fue San Pablo, que se sirvió de la biografía de Cristo para extender la noción judaica del pecado y del Dios malo. El único cristiano auténtico fue Cristo y murió en la cruz- murió verdaderamente. Su presencia, su espíritu se ha perdido.
Doble holocausto de Cristo: este hombre murió para divinizarseen él los hombres que lo mataron y que cada día lo matan de nuevo han matado a Dios. La Iglesia cristiana ha ritualizado judaicamente la muerte de Dios en lugar de comprenderla y de hacer eternamente presente este drama. Cristo es “una realidad eterna, un símbolo psicológico más allá del tiempo”. Fue sin pecado porque estaba verdaderamente purificado de todo resentimiento; de una infinita inocencia, intentó abolir la distancia entré él y la existencia profunda. Resucita en todos los que asumen el drama del hombre y buscan la relación del individuo con la existencia.
Nietzsche no se cansa- en la Voluntad de potencia, en el Anticristo, etc.-, de descubrir los múltiples aspectos de la decadencia cristiana. Los cristianos han matado a Dios sin comprenderlo, y viven de esta muerte y del deseo de aniquilación. En su alma se pudre lentamente el cadáver de Dios. Han abrumado de reprobaciones todo lo que era fuerte y sano, violento y profundo: la pasión y el placer, el pensamiento, la libertad, el amor de la tierra, la ambición; lo han llamado mal, pecado, diablo. Si es lícito definir el ser corrompido como aquel que hace lo que es desventajoso, el cristianismo representa la corrupción esencial. Ha erigido en tipo ideal al hombre débil, la “bestezuela de rebaño”, al animal humano domesticado y enfermo, que practica sistemáticamente el autocastigo. El hombre sin pecado del cristianismo es el oprimido eterno con las virtudes que le convienen, ellas le dan esas pequeñas satisfacciones débiles que prolongan su esclavitud, pero que compensan su ausencia completa de vitalidad: la dulzura, la benignidad, la caridad. Para justificar esta moral de esclavos, los teólogos han construido un inmenso sistema de “piadosas mentiras”, de interpretaciones pérfidas. Se ha emponzoñado el corazón de los hombres con el resentimiento y la idea del pecado; y después se les ha explicado por el pecado original o actual su decadencia. Abominable círculo vicioso. Apenas si se elevan por encima de este odioso rebaño algunos tipos, odiosos ellos mismos, pero seleccionados y después de todo superiores: el prelado maquiavélico, el contemplativo, el santo.
La muerte de Dios es para el hombre un urgente requerimiento. Nietzsche no se presenta únicamente como un destructor. Comprueba la destrucción de todos los valores, el “nihilismo europeo”. Agotado, habiendo usado de la nada y precipitado en la nada a la vez lo mejor y lo peor de sí mismo- lo divino- el hombre moderno se encuentra ante esta nada. Religión, felicidad, fe, sabiduría, virtud, lógica y ciencia ya no tienen significación. El hombre moderno tiene un poder inmenso, una lucidez costosamente ganada. El agotamiento de la vida, la extinción de las posibilidades naturales han condicionado esta conciencia.
El hombre actual ignora las inmensas posibilidades de su conciencia y se encuentra impotente y vacío. ¡Es necesario resucitar la grandeza perdida, pero transformándola, creándola de nuevo en lo sobrehumano y en lo divino!
El nihilismo europeo, la inquietud y la desesperación modernas son la gran purificación. Ha sido preciso utilizar la nada contra Dios y es preciso ahora atravesar esta nada y sobrepasarla. Nuestro universo
es desértico, pues carece de dioses. El hombre está solo. Es necesario que se fije una nueva meta, una nueva jerarquía de lo que “vale”. El hombre tiene hoy que crear el sentido del mundo, que imponerlo por medio de un acto infinitamente creador, un acto divino.
La vida no tiene sentido exterior a ella. Ella es para sí misma su recompensa. Hasta aquí los hombres han montado un vasto escenario delirante: cubrían la vida con una máscara; bajo esta máscara representaban muy seriamente la comedia; creían hacer otra cosa que vivir; por ejemplo: obedecer a una providencia, ejecutar muy importantes prescripciones religiosas o morales. Estos valores han sido quizá muy útiles: se han hundido. Buscar un sentido a la vida, es ya despreciarla.
El sentido de la existencia está en ella. ¡La realidad de la potencia está en su acto! El pensamiento buscaba en otro tiempo más allá de él lo que estaba en él. Tenemos que adquirir una conciencia nueva de nuestra conciencia y de nuestra existencia.
Momento decisivo. Momento de la salvación terrenal. El hombre ha arrojado todo lo que le protegía y sostenía, pero le engañaba y atraía fuera de sí. Tiene que determinar su propia existencia. Se vuelve Dios, no según la Biblia, conociendo el bien y el mal, sino más allá del bien y del mal. Es ya divino puesto que tiene que crearse a sí mismo en un acto libre. Tiene que crearse ex nihilo. La más alta verdad es que el mundo carece de verdad preexistente. La más alta verdad, la que liberta, es infinitamente creadora.
Los débiles, los que desesperan, estarán más y más desesperados: aceptarán la nada y desaparecerán. El hombre que ama poderosamente la existencia- en quien la potencia creadora se afirma- está al contrario aguijoneado por esta visión de la nada. Mira al abismo sin vértigo y por este lado afirma la alta potencia de la vida; y la afirma de nuevo, sin protección, sin apoyo, heroicamente. Aceptando totalmente la prueba, triunfa de ella. Lanza un decreto soberano y total y renueva el ser y proclama en fin la verdad de un mundo sin verdad. Sobrepasa el nihilismo. La vida, desde este momento, rebasa las contradicciones: ilusión y verdad, conocer y ser, bien y mal, placer y dolor, seriedad y ausencia de lo serio, vida y muerte. El acto inaugural es a la vez espiritual y cósmico. Es eminentemente personal y, sin embargo, está más allá del Yo y del No-Yo. El espíritu carnal y terrestre, el superhombre, se afirma así. Con este acto, que según Nietzsche es absolutamente revolucionario, comienza- en una atmósfera de potencia, de lucidez, con un ritmo de danza ligera y ebria- ¡el superhombre! Pronto vendrán los nuevos Hiperbóreos que tendrán “oídos nuevos para una música nueva: conciencia nueva para verdades nuevas”. Ellos desarrollarán las consecuencias de la nueva revelación y crearán totalmente la grandeza que se ha perdido en medio de las falsas afirmaciones metafísicas
y religiosas.
Un tránsito misterioso se opera en toda gran obra de arte. Las tinieblas se metamorfosean en luz, el sueño y el ensueño en ideas, la existencia encadenada al tiempo, a la lucha, a la muerte, a la nada, a la verdad y a la ilusión, en forma pura. Esta gran liberación tiene que cumplirse para la existencia total y para la vida en su profundidad. El fundamento de nuestro ser, la potencia, es llamado a la luz en este paroxismo de tensión. Dioniso, habiendo asumido el peso de la existencia, descubre su identidad con Cristo. Se ha sobrepasado volviéndose
Apolo y Sócrates, mientras que el conocimiento, salido de Sócrates, se une a la música que nace de las profundidades del alma.
¿Ascetismo? ¿Renunciamiento? No. Gozo. Gozo de gustar sin amargura, libremente, “de todas las cosas buenas”. Gozo profundo: más allá del placer y del dolor.
La existencia se trasciende sin salir de ella misma. Tenemos que entrar, según Nietzsche, en la gran resurrección que seguirá al nihilismo: en la superabundancia de formas espirituales y de gozo terrestre no fingidos En la despreocupación radiante. El espíritu se vuelve otra vez niño.

Ha sido encontrada.
¿Quién? La eternidad.
Es la mar mezclada
Con el sol,

había escrito Rimbaud, evocando, como Nietzsche, la unión de las profundidades y de la luz. Las barreras entre los seres, los límites, serán rotos por Dioniso vencedor, dios de la metamorfosis que recorrerá libremente las formas.
Las posibilidades del mundo estaban agotadas. De ahí precisamente la posible novedad: participar en todo lo que fue, concentrarlo en un ser único: el superhombre.
Con el asesinato de Dios, el hombre pone fin a un “posible” que quizá habría roto el ciclo del devenir, orientándolo hacia lo infinito, es decir, hacia la persecución sin fin de lo divino. Del mismo golpe ha establecido el devenir, pero establecido la eternidad en el devenir. Está entonces presto a aceptar la vida tal cual es, precisamente porque transforma la conciencia de ella. Es preciso hacer notar aquí que para Nietzsche el problema no es transformar la vida sino justificarla tal como es.
Creador de sí mismo, el hombre comprende entonces como la existencia ha llegado hasta él, y se sitúa en el momento crucial del devenir: en el momento en que la vida reconoce la identidad del conocer y del ser, la identidad profunda de la potencia.

Henri Lefebvre

jueves, 21 de julio de 2011

LA BIBLIA SATÁNICA, HABLA SATÁN, LAVEY SPEAKS!



Anton LaVey , sin duda, un paradigma de existencia. ¡Qué sería de mí si no hubiera encontrado un guía inspirado por la filosofía y pensamiento de Nietzsche, Ayn Rand, Freud, entre otros!
El papa negro, representante del satanismo simbólico o ateo, dejó atrás las viejas escuelas de satanismo tradicional y ocultismo para fundar la iglesia de Satán en California. Para quienes no lo conozcan, pueden usar el internet, pues yo me limitaré a resumir parte de su pensamiento.
Lavey no sólo niega a dios como una entidad real, sino tambien la del diablo, la consecuencia más grande del judeocristianismo, cuya existencia se ha prolongado hasta el día de hoy para espantar a los niños cuando no quieran tomar la sopa. Este gran simbolista adoptó la figura de Satán, que era un ángel de dios según la biblia, que un día pensó por sí mismo y se rebeló contra el tirano, desde entonces ser convirtió en su más grande opositor, acusador y archienemigo.
Lavey promueve el orgullo, la justicia y la complacencia, reniega de la hipocresía cristiana y del mundo que lo acoge, del mismo modo, de aquellos autoproclamados satánicos que realizan adoraciones, sacrificios y profanaciones, considerándolos tan estúpidos como los cristianos, pues juegan el mismo juego, sólo que se encuentran en el bando contrario.
¡Quién soy yo para hablar de este gran simbolista!

“Cualquiera que sea tu decisión, no podrás postergarla por más tiempo. La Biblia Satánica finalmente articula lo que el hombre, instintivamente, siempre ha temido proclamar: que él es, potencialmente, divino”


  • LAS NUEVE DECLARACIONES SATÁNICAS

1. ¡Satán representa complacencia, en lugar de abstinencia!
2. ¡Satán representa la existencia vital, en lugar de sueños espirituales!
3. ¡Satán representa la sabiduría perfecta, en lugar del auto engaño hipócrita!
4. ¡Satán representa amabilidad hacia quienes la merecen, en lugar del amor malgastado en ingratos!
5. ¡Satán representa la venganza, en lugar de ofrecer la otra mejilla!
6. ¡Satán representa responsabilidad para el responsable, en lugar de preocuparse por vampiros psíquicos!
7. ¡Satán representa al hombre como otro animal, algunas veces mejor, la mayoría de las veces peor que aquellos que caminan en cuarto patas, el cual, por causa de su "divino desarrollo intelectual" se ha convertido en el animal más vicioso de todos!
8. ¡Satán representa todos los llamados "pecados", mientras lleven a la gratificación física, mental o emocional!
9. ¡Satán ha sido el mejor amigo que la Iglesia siempre ha tenido, ya que la ha mantenido en el negocio todos estos años!

  • EL LIBRO DE SATÁN
I

1. En este árido desierto de acero y piedra, elevo mi voz para que puedas oírla, Al Este y al Oeste hago una seña. Al Norte y al Sur muestro un signo que proclama: ¡Muerte a los débiles, salud para los fuertes!
2. ¡Abrid los ojos para que podáis ver, oh, hombres de mente enmohecida, y escuchadme bien, vosotros, la multitud de seres desorientados!
3. ¡Pues yo me alzo para desafiar a la sabiduría del mundo, para pedir explicaciones a las «leyes» del hombre y de «Dios»!
4. Yo exijo razones de vuestras reglas doradas y pregunto el porqué de vuestros mandamientos
5. No me inclino en señal de sumisión ante ninguno de vuestros ídolos pintados, y el que me diga «tú lo harás» es mi enemigo mortal.
6. Hundo mi dedo en la sangre aguada de vuestro impotente y loco redentor, y escribo en su frente desgarrada por las espinas: «el verdadero príncipe del mal; ¡el rey de los esclavos!».
7. Ninguna vetusta falsedad será para mí una verdad; ningún dogma sofocante entorpecerá mi pluma.
8. Me aparto de todos los convencionalismos que no me lleven al éxito y a la felicidad en la Tierra.
9. Elevo con severa energía el estandarte de los fuertes.
10. Clavo mi mirada en los ojos vidriosos de vuestro espantoso Jehová, y le tiro de la barba. Alzo un hacha y abro en dos su cráneo devorado por los gusanos.
11. Hago estallar el horrible contenido de los sepulcros filosóficos marchitos, y río con ira sardónica.

II

1. Mirad al crucifijo. ¿Qué simboliza? Pálida incompetencia colgada de un árbol.
2. Pongo en duda todas las cosas. Colocándome ante las podridas y barnizadas fachadas de vuestros más excelsos dogmas morales, escribo con letras de llameante desprecio: «¡ Ojo! ¡Mucho cuidan! ¡Todo esto es fraude!.
3. ¡Congregaos en torno a mí, oh, vosotros que desafiáis a la muerte, y la Tierra será vuestra, para ahora y para siempre!
4. A la mano muerta se le ha permitido durante demasiado tiempo que esterilice el pensamiento vivo.
5. ¡Los falsos profetas han estado invirtiendo por mucho tiempo lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo!
6. Ningún credo debe ser aceptado como imposición de la autoridad de una naturaleza divina. Las religiones deben ser puestas en duda. Ningún dogma moral debe ser aceptado dado por hecho; ninguna patrón de medida debe ser deificado. En los códigos morales no hay nada inherentemente sagrado. Al igual que los ídolos de madera de tiempos remotos, son obras de manos humanas, ¡y lo que el hombre ha hecho puede destruirlo!
7. El que no se apresura a creer en todo es sumamente inteligente, pues disponerse a creer en un falso principio es comenzar a carecer de sabiduría.
8. El deber principal de toda nueva época es enseñar a los nuevos hombres a determinar sus libertades, a dirigirlas hacia el éxito material, a rechazar los candados y cadenas oxidadas de las costumbres muertas que impiden siempre la expansión saludable, aquellas teorías e ideas que pudieron haber significado vida, esperanza y libertad para nuestros antepasados, es posible que ahora representen para nosotros destrucción, esclavitud y deshonor.
9. ¡Cuándo el medio ambiente cambia, ningún ideal humano permanece seguro!
10. Por lo tanto, cada vez que una mentira se haya instalado en un trono, asaltémosla sin piedad y sin escrúpulos de conciencia, pues nadie puede prosperar bajo el dominio de una falsedad inconveniente.
11. ¡Destronemos los sofismas establecidos, arranquémoslos de cuajo, quemémoslos y destruyámoslos, pues son una amenaza para toda la auténtica nobleza del pensamiento y la acción!
12. ¡Cada vez que por medio de los resultados quede demostrado que una pretendida «verdad» no es más que una vana ficción!. ¡Arrojémosla sin ceremonia hacia la oscuridad exterior, y que caiga entre los dioses muertos, los imperios muertos, las filosofías muertas y otras ruinas inútiles! ¡Su puesto está entre los trastos viejos!
13. La más peligrosa de todas las mentiras entronizadas es la mentira santa, santificada, privilegiada; la mentira que todo el mundo toma por un modelo de verdad. Es la madre nutricia de todos los otros espejismos y errores populares, Es el árbol, con cabeza de hidra y mil raíces de lo irrazonable, ¡Es un cáncer social!
14. Aquella mentira que se muestra a nosotros como media mentira está medio erradicada; Pero aquella mentira que incluso las personas inteligentes aceptan como un hecho -la mentira que le ha sido inculcada al niño cuando reposaba en las rodillas de su madre-, ¡esa es más peligrosa de afrontar que una pestilencia insidiosa!
15. Las mentiras populares han sido siempre las más potentes enemigas de la libertad personal. No existe más que una forma de hacerles frente: arrancarlas, arrancarlas de cuajo, como si fueran cánceres. ¡Aniquiladlas o ellas aniquilarán!

III

1. "Amaos los unos a los otros". Se nos dice que esto es la ley suprema, Pero ¿qué poder lo ha hecho así? ¿Sobre qué autoridad racional reposa el evangelio del amor? ¿Por qué no habría yo de odiar a mis enemigos? Si los «amo», ¿no me pongo a merced de ellos?
2. ¿Es natural que los enemigos se hagan el bien los unos a los otros? ¿Es bueno eso?
3. ¿Puede la víctima desgarrada y ensangrentada "amar" las fauces ensangrentadas que le van arrancando miembro tras miembro?
4. ¿No somos todos por instinto animales de presa? Si los seres humanos cesaran totalmente de atacarse los unos a los otros, como animales de presa, ¿podrían continuar existiendo?
5. ¿No es el «deseo lujurioso y camal» un término más veraz para definir al "amor" cuando lo aplicamos a la propagación de la especie’? El "amor" de las aduladoras escrituras, ¿no es un simple eufemismo de la actividad sexual? ¿O acaso el «gran maestro» era un glorificador de los eunucos?
6. Ama a tus enemigos y haz el bien a los que te odian y te explotan. ¿No es esta la despreciable filosofía del perro de aguas que gira sobre su lomo cuando le dan patadas?
7. Odia a tus enemigos con todo tu corazón, y si un hombre te abofetea en la mejilla, ¡Abofetéale en la otra! Abofetéale con toda tu alma, pues el velar por uno mismo es la ley más excelsa.
8. ¡El que ofrece la otra mejilla es un perro cobarde!
9. Devuelve golpe por golpe, desprecio por desprecio, ruina por ruina, ¡y devuélvelos con interés del ciento por ciento! Ojo por ojo, diente por diente, ¡siempre en una proporción de cuatro a uno, de cien a uno! Conviértete en el temor de tu adversario, y cuando él se aleje, lo hará con mucha más sabiduría que rumiar. De este modo, te harás respetar en todas las esferas de la vida, y tu espíritu, tu espíritu -inmortal, vivirá, no en un paraíso intangible, sino en el cerebro y en las fibras de aquellos cuyo respeto has conquistado.

IV

1. La vida es la gran satisfacción de las pasiones. La muerte es la gran abstinencia. Por lo tanto, sácale el mayor provecho a la vida, ¡aquí y ahora!
2. No hay un Cielo donde la gloria resplandezca ni un Infierno donde los pecadores se abrasen, ¡Es aquí en la Tierra donde conocemos nuestros tormentos! ¡Es aquí en la Tierra donde sentimos nuestros goces! ¡Es aquí en la Tierra donde están nuestras oportunidades! ¡Elige este día, esta hora, pues no existe redentor alguno!
3. Di en tu corazón: "Yo soy mi propio redentor"
4. Detén la marcha de aquellos que te persiguen. Deja que aquellos que han provocado tu ruina sean lanzados a la confusión y a la infamia. Déjalos que sean como paja menuda ante un ciclón, y después de que ellos hayan caído, regocíjate de tu propia salvación.
5. Entonces todos tus huesos dirán orgullosamente; ¿Quién está por encima de mí? ¿No he sido demasiado fuerte para mis adversarios? ¿No me he liberado yo mismo por medio de mi cerebro y mi cuerpo?

V

1. Benditos sean los fuertes, pues de ellos será la Tierra. ¡Malditos sean los débiles, pues ellos heredarán el yugo!
2. Benditos sean los poderosos, pues ellos serán reverenciados por los hombres... ¡Malditos sean los débiles, pues ellos serán borrados de la faz de la Tierra!
3. Benditos sean los audaces, pues ellos serán los amos del mundo. ¡Malditos sean los virtuosamente débiles, pues ellos quedarán aplastados bajo las pezuñas del Diablo!.
4. Benditos sean los triunfadores, pues la victoria es la base del derecho... ¡Malditos sean los vencidos, pues ellos serán vasallos para siempre!
5. Benditos sean los de la mano de hierro, pues los blandos huirán ante ellos... ¡Malditos sean los pobres de espíritu, pues serán escupidos!
6. Benditos sean los que desafían a la muerte, pues sus días serán largos en la Tierra... ¡Malditos sean los que sueñan con una vida más rica más allá de la tumba, pues ellos perecerán en medio de la abundancia!
7. Benditos sean los destructores de la falsa esperanza, pues ellos son los verdaderos Mesías... ¡Malditos sean los adoradores de Dios, pues ellos serán ovejas esquilmadas!
8. Benditos sean los valientes, pues ellos obtendrán grandes tesoros... ¡Malditos sean los que creen en el bien y en el mal, pues se dejan asustar por sombras!
9. Benditos sean aquellos que creen en lo que más les conviene, pues su mente no se aterrorizará nunca... ¡Malditos sean los «corderos de Dios», pues serán desangrados hasta quedar más blancos que la nieve!
10. Bendito sea el hombre que tiene una legión de enemigos, pues ellos le harán héroe, ¡Maldito sea el que hace el bien a quien le paga con desprecio, pues él será despreciado!
11. Benditos sean los de mente poderosa, pues ellos superarán los torbellinos...¡Malditos sean los que ofrecen mentiras como verdades y verdades como mentiras, pues ellos son una abominación!
12. ¡Malditos sean tres veces los débiles a quienes la inseguridad les hace viles, pues ellos son una abominación!
13. El ángel del engaño que nos hacemos a nosotros mismos en el alma de los «justos». ¡La llama eterna del poder alcanzado a través del placer mora en la carne del satanista!


Anton Szandor LaVey

 

lunes, 18 de julio de 2011

EL AMOR POR A. SCHOPENHAUER



ADVERTENCIA:
Esta compilación, elaborada por mí, sobre el amor en la obra de Schopenhauer (Parerga y Paralipómena), no lo he publicado para las orejas largas ni para los imbéciles que no saben leer, o sólo leen basura como revistas, comics, periódicos, biblias, La Atalaya, etc; y todo aquel que no ve más allá de sus narices.

EL AMOR:
  • ...si se observa el papel importante que representa el amor en todos sus grados y en todos sus matices, no sólo en las comedias y novelas, sino también en el mundo real, donde, junto con el amor a la vida, es el más poderoso y el más activo de todos los resortes; si se piensa en que de continuo ocupa las fuerzas de la parte más joven de la humanidad; que es el fin último de casi todo esfuerzo humano; que tiene una influencia perturbadora sobre los más importantes negocios; que interrumpe a todas horas las ocupaciones más serias; que a veces hace cometer tonterías a los más grandes ingenios; que no tiene escrúpulos en lanzar sus frivolidades a través de las negociaciones diplomáticas y de los trabajos de los sabios; que tiene maña para deslizar sus dulces esquelas y sus mechoncitos de cabellos hasta en las carteras de los ministros y los manuscritos de los filósofos, lo cual no le impide ser a diario el promovedor de los asuntos más malos y embrollados; que rompe las relaciones más preciosas, quiebra los vínculos más sólidos y elige por víctimas ya la vida o la salud, ya la riqueza, la alcurnia o la felicidad; que hace del hombre honrado un hombre sin honor, del fiel un traidor, y que parece ser así como un demonio que se esfuerza en trastornarlo todo, en embrollarlo todo, en destruirlo todo, entonces estamos prontos a exclamar: ¿Por qué tanto ruido? ¿Por qué esos esfuerzos, esos arrebatos, esas ansiedades y esa miseria?...
  • Por desinteresada e ideal que pueda parecer la admiración por una persona amada, el objetivo final es, en realidad, la creación de un ser nuevo, determinado en su naturaleza; y lo que lo prueba así, es que el amor no se contenta con un sentimiento recíproco, sino que exige la posesión misma, lo esencial, es decir, el goce físico.
  • ...no hay hombre que en primer término no desee con ardor y no prefiera las más hermosas criaturas, porque realizan el tipo más puro de la especie. Después buscará sobre todo las cualidades que le faltan, o a veces las imperfecciones opuestas a las suyas propias, y que le parecerán bellezas. De ahí proviene, por ejemplo, el que las mujeronas gusten a los hombrecillos y que los rubios amen a las morenas, etc.
  • Una vez satisfecha su pasión, todo amante experimenta un especial desengaño: se asombra de que el objeto de tantos deseos apasionados no le proporcione más que un placer efímero, seguido de un rápido desencanto.
  • ...preciso es considerar que el hombre propende por naturaleza a la inconstancia en el amor, y la mujer a la fidelidad. El amor del hombre disminuye de una manera perceptible a partir del instante en que ha obtenido satisfacción. Parece que cualquiera otra mujer tiene más atractivo que la que posee; aspira al cambio. Por el contrario, el amor de la mujer crece a partir de ese instante. Esto es una consecuencia del objetivo de la Naturaleza, que se encamina al sostén, y por tanto al crecimiento más considerable posible de la especie.
  • En efecto, el hombre con facilidad puede engendrar más de cien hijos en un año, si tiene otras tantas mujeres a su disposición; la mujer, por el contrario, aunque tuviese otros tantos varones a su disposición, no podría dar a luz más que un hijo al año, salvo los gemelos. Por eso anda el hombre siempre en busca de otras mujeres, al paso que la mujer permanece fiel a un solo hombre, porque la Naturaleza la impele, por instinto y sin reflexión, a conservar junto a ella a quien debe alimentar y proteger a la futura familia menuda.
  • ...la fidelidad en el matrimonio es artificial para el hombre y natural en la mujer, y por consiguiente (a causa de sus consecuencias y por ser contrario a la Naturaleza), el adulterio de la mujer es mucho menos perdonable que el del hombre.
  • La necedad no perjudica para con las mujeres. Con frecuencia causa un efecto desfavorable por su desproporción un talento superior o el genio mismo. Así se ve a menudo a un hombre feo, necio y grosero suplantar cerca de las mujeres a un hombre bien formado, ingenioso y amable. Hasta se ven matrimonios por amor entre seres lo más desemejantes posible desde el punto de vista del espíritu; por ejemplo, el hombre brutal, robusto y romo de entendimiento: ella dulce, impresionable, aguda en el pensar, instruida, llena de buen gusto, etc.; o bien el hombre muy sabio, un genio, y ella una gansa... Cada cual ama precisamente lo que le falta... El hombre más viril buscará a la mujer más femenina,y viceversa... cada cual se esfuerza por neutralizar, por medio de la otra persona, sus debilidades, sus imperfecciones y todos los extravíos del tipo normal...
  • Cuanto más débil es un hombre desde el punto de vista de la fuerza muscular, más buscará mujeres fuertes, y la mujer obrará lo mismo. Pero como es una ley de la Naturaleza que la mujer tenga una fuerza muscular menor, también está en la Naturaleza el que las mujeres prefieran a los hombres robustos. La estatura es también una consideración importante.
  • Hasta en las diversas partes del cuerpo busca cada cual un correctivo a sus defectos, a sus desviaciones, con tanto mayor cuidado cuanto más importante sea la parte. Por ejemplo: las personas de nariz chata contemplan con inexplicable placer una nariz aguileña, un perfil de loro, y así por el estilo. Los hombres de formas escuálidas, de largo esqueleto, admiran a una personilla que cabe bajo una taza y corta con exceso. Lo mismo sucede con el temperamento: cada cual prefiere el opuesto al suyo, y su preferencia es proporcional siempre a la energía de su propio temperamento.
  • Y no es que una persona perfecta en alguna de sus partes ame las imperfecciones contrarias, sino que las soporta con más facilidad que otras las soportarían. Los hijos encuentran en esas cualidades una garantía contra una imperfección más grande. Por ejemplo: una persona muy blanca no sentirá repugnancia por un tinte aceitunado; pero a los ojos de una persona de tez negruzca, un tinte de una blancura deslumbradora le parece divinamente hermoso. Hay casos excepcionales en que un hombre puede prendarse de una mujer decididamente fea. Esto es conforme a nuestra ley de concordancia de los sexos, cuando el conjunto de los defectos e irregularidades físicas de la mujer son exactamente lo opuesto, y por consiguiente, el correctivo de los del hombre. Entonces llega la pasión, por lo general, a un grado extraordinario...
  • La constitución física de dos individuos puede ser tal que, para mejorar el tipo de la especie y devolverle toda su pureza, deba ser uno de esos individuos el complemento del otro.
  • Por la razón opuesta, el puro instinto sexual es un instinto vulgar, porque no se dirige a un individuo único, sino a todos, y sólo trata de conservar la especie por el número nada más y sin preocuparse de la calidad.
  • El espíritu de la especie es el único que de una sola mirada puede ver que valor tienen los amantes para él y cómo le pueden servir para sus fines. Por eso las grandes pasiones suelen nacer a la primera mirada.
  • El genio de la especie separa y anonada sin esfuerzo todas las diferencias de alcurnia, todos los obstáculos, todas las barreras sociales. Disipa, cual una leve arista, todas las instituciones humanas, sin cuidarse más que de las generaciones futuras. Bajo el imperio de un interés amoroso, desaparece todo peligro y hasta el ser más pusilánime encuentra valor.
  • El amor, no sólo está en contradicción con las relaciones sociales, sino que a menudo también lo está con la Naturaleza íntima del individuo, cuando se fija en personas que, fuera de las relaciones sexuales, serían odiadas por su amante, menospreciadas y hasta aborrecidas. Pero la voluntad de la especie tiene tanto poder sobre el individuo, que el amante impone silencio a sus repugnancias y cierra los ojos acerca de los defectos de aquella a quien ama; pasa de ligero por todo, lo desconoce todo y se une para siempre al objeto de su pasión... Sólo así se explica que hombres razonables y hasta distinguidos se enlacen con harpías y se casen con perdidas y no comprendan cómo han podido hacer tal elección.
  • ...puede suceder que un enamorado reconozca con claridad los vicios intolerables de temperamento y de carácter en su prometida, que le presagian una vida tormentosa, y hasta puede ocurrir que sufra por eso amargamente, sin tener valor para renunciar a ella. Esto es porque en el fondo no persigue su propio interés, aun cuando se lo imagine, sino el de un tercer individuo que debe nacer de ese amor.
  • En efecto, la especie en donde arraiga nuestro ser tiene sobre nosotros un derecho anterior y más inmediato que el individuo: sus asuntos son antes que los nuestros. Así lo presintieron los antiguos, cuando personificaron el genio de la especie en Cupido, dios hostil, dios cruel, a pesar de su aire de niño, dios justamente difamado, demonio caprichoso, despótico, y sin embargo, dueño de los dioses y de los hombres. Flechas mortíferas, venda y ala son sus atributos. Las alas indican la inconstancia, séquito habitual de la desilusión que acompaña al deseo satisfecho. En efecto, como la pasión se funda en una ilusión de felicidad personal, en provecho de la especie, una vez pagado a ésta el tributo, al decrecer, la ilusión tiene que disiparse. EL genio de la especie, que había tomado posesión del individuo, le abandona de nuevo a su libertad. Desamparado por él, cae en los estrechos limites de su pobreza, y se asombra al ver que después de tantos esfuerzos sublimes, heroicos e infinitos, no le queda más que una vulgar satisfacción de los sentidos.
  • ...mi metafísica del amor desagradará de seguro a los enamorados que se han dejado coger en el garlito. Si fueran accesibles a la razón, la verdad fundamental que he descubierto les haría capaces más que ninguna otra de dominar su amor.

AFORISMOS - A. SCHOPENHAUER:
  • La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren.

  • La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes.

  • Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario.

  • El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales.

  • En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad.

  • La cólera no nos permite saber lo que hacemos y menos aún lo que decimos.

  • Con ciertas personas vale más ser traicionado que desconfiar.

  • Cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa.

  • Los amigos se suelen considerar sinceros; los enemigos realmente lo son: por esta razón es un excelente consejo aprovechar todas sus censuras para conocernos un poco mejor a nosotros mismos, es algo similar a cuando se utiliza una amarga medicina.

  • La riqueza es como el agua salada; cuanto más se bebe, más sed da.

  • El destino mezcla las cartas, y nosotros las jugamos.

  • A excepción del hombre, ningún ser se maravilla de su propia existencia.

  • La amabilidad es como una almohadilla, que aunque no tenga nada por dentro, por lo menos amortigua los embates de la vida.

  • La arquitectura es una música congelada.

  • No hay ningún viento favorable para el que no sabe a que puerto se dirige.

  • La belleza es una carta de recomendación que nos gana de antemano los corazones.

  • El hombre es en el fondo un animal terrible y cruel. Lo conocemos como ha sido domesticado y educado por lo que conocemos como civilización.

  • La cantidad de rumores inútiles que un hombre puede soportar es inversamente proporcional a su inteligencia.

  • Para millones y millones de seres humanos el verdadero infierno es la Tierra.

  • La personalidad del hombre determina por anticipado la medida de su posible fortuna.

  • Quien ha perdido la esperanza ha perdido también el miedo: tal significa la palabra "desesperado".

  • Los hombres vulgares han inventado la vida en sociedad porque les es más fácil soportar a los demás que soportarse a sí mismos.

  • El que no ama ya esta muerto.

  • Al que todo lo pierde, le queda Dios todavía.

  • Un genio es el que es capaz de ver la idea en el fenómeno.

  • La rebeldía es la virtud original del hombre.

  • Por vida feliz hay que entender siempre "menos desdichada"; es decir, soportable. Y realmente, la vida no se nos ha dado para gozarla, sino para sufrirla, para pagarla.

  • El instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad.

  • Desear la inmortalidad es desear la perpetuación de un gran error.

  • Aunque el mundo contiene muchas cosas decididamente malas, la peor de todas ellas es la sociedad.

  • Todo lo que ocurre, desde lo más grande a lo más chico, ocurre necesariamente.

  • El cambio es la única cosa inmutable.

  • En la vejez se aprende mejor a esconder los fracasos; en la juventud, a soportarlos.

  • Las religiones, como las luciérnagas, necesitan de oscuridad para brillar.

  • Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad.

  • Nadie es realmente digno de envidia.

  • Cada nación se burla de las otras y todas tienen razón.

  • En el fondo de su corazón, las mujeres se imaginan que los hombres han venido al mundo para ganar dinero y las mujeres para gastarlo. Si se ven impedidas de hacerlo mientras vive su marido, se desquitan después de muerto éste.
  • Los hombres son naturalmente indiferentes entre sí; las mujeres son enemigas por naturaleza.