
«¿Los habitantes de nuestro moderno mundo líquido […] preocupados
por una cosa mientras hablan de otra? Dicen que su deseo, su pasión, su
propósito o su sueño es “relacionarse”. Pero, en realidad, ¿no están más
bien preocupados por impedir que sus relaciones se cristalicen y se
cuajen? ¿Buscan realmente relaciones sostenidas, tal como dicen, o
desean más que nada que esas relaciones sean ligeras y laxas, siguiendo
el patrón de Richard Baxter, según el cual se supone que las riquezas
deben “descansar sobre los hombros como un abrigo liviano” para poder
“deshacerse de ellas en cualquier momento”? En definitiva, ¿qué clase de
consejo están buscando verdaderamente? ¿Cómo anudar la relación o cómo
–por si acaso– deshacerla sin perjuicio y sin cargos de conciencia? No
hay respuestas fáciles a esa pregunta, aunque es necesario formularla, y
seguirá siendo formulada mientras los habitantes del moderno mundo
líquido sigan debatiéndose bajo el peso abrumador de la tarea más
ambivalente de las muchas que deben enfrentar cada día».
«Por más
arduamente que se esfuercen los desdichados buscadores de relaciones y
sus consejeros, esa idea se resiste a ser despojada de sus connotaciones
perturbadoras y aciagas. Sigue cargada de vagas amenazas y
premoniciones sombrías: transmite simultáneamente los placeres de la
unión y los horrores del encierro. Quizás por eso, más que transmitir su
experiencia y expectativas en términos de “relacionarse” y
“relaciones”, la gente habla cada vez más (ayudada e inducida por
consejeros expertos) de conexiones, de “conectarse” y “estar conectado”.
En vez de hablar de parejas, prefieren hablar de “redes”. ¿Qué ventaja
conlleva hablar de “conexiones” en vez de “relaciones”?»
«A
diferencia de las “relaciones”, el “parentesco”, la “pareja” e ideas
semejantes que resaltan el compromiso mutuo y excluyen o soslayan a su
opuesto, el descompromiso, la “red” representa una matriz que conecta y
desconecta a la vez: la redes sólo son imaginables si ambas actividades
no están habilitadas al mismo tiempo. En una red, conectarse y
desconectarse son elecciones igualmente legítimas, gozan del mismo
estatus y de igual importancia. ¡No tiene sentido preguntarse cuál de
las dos actividades complementarias constituye “la esencia” de una red!
“Red” sugiere momentos de “estar en contacto” intercalados con períodos
de libre merodeo. En una red, las conexiones se establecen a demanda, y
pueden cortarse a voluntad. Una relación “indeseable pero indisoluble”
es precisamente lo que hace que una “relación” sea tan riesgosa como
parece. Sin embargo, una “conexión indeseable” es un oxímoron: las
conexiones pueden ser y son disueltas mucho antes de que empiecen a ser
detestables».
«Las conexiones son “relaciones virtuales”. A
diferencia de las relaciones a la antigua (por no hablar de las
relaciones “comprometidas”, y menos aún de los compromisos a largo
plazo), parecen estar hechas a la medida del entorno de la moderna vida
líquida, en la que se supone y espera que las “posibilidades románticas”
(y no sólo las “románticas”) fluctúen cada vez con mayor velocidad
entre multitudes que no decrecen, desalojándose entre sí con la promesa
“de ser más gratificante y satisfactoria” que las anteriores. A
diferencia de las “verdaderas relaciones”, las “relaciones virtuales”
son de fácil acceso y salida. Parecen sensatas e higiénicas, fáciles de
usar y amistosas con el usuario, cuando se las compara con la “cosa
real”, pesada, lenta, inerte y complicada».
«Cuando la calidad no
nos da sostén, tendemos a buscar remedio en la cantidad. Si el
“compromiso no tiene sentido” y las relaciones ya no son confiables y
difícilmente duren, nos inclinamos a cambiar la pareja por las redes.
Sin embargo, una vez que alguien lo ha hecho, sentar cabeza se vuelve
aún más difícil (y desalentador) que antes –ya que ahora carece de las
habilidades que podrían hacer que la cosa funcionara–».
Zygmunt Bauman, Amor líquido.
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