No celebro santos de una iglesia pederasta, mucho menos celebraría el nacimiento de una quimera. Me tiembla la voz cuando tengo que responder a los buenos deseos de mi familia o del vecino. ¿Camaradería? De ningún modo sobre anhelos fundados en la superchería. No hay nada que festejar, sino todo lo contrario, hay mucho que desdeñar:
Religión asesina, producto de la fatuidad y debilidad humanas; religión fanática, que discrimina y disgrega; religión estúpida, que interrumpe el progreso científico y aniquila las aspiraciones intelectuales de millones de individuos.
Almitas cristianas, para ustedes, tengo algunas palabras:
Corderos de dios, rebaño o ganado de un pastor. Se creen hijos legítimos de Dios y se sienten elegidos por la divinidad para interpretar un papel sobre la tierra, sin embargo predican la humildad. Aparentemente no tienen otra opción, ¿será que la ignorancia y el autoengaño los compelen a la fe ciega? Ojalá Dios fuera mujer como en sus orígenes, tal vez así le rendiría pleitesía; su dios masculino y deforme solo me inspira repugnancia.
¡Ay de mí, blasfemo contra Dios y vitupero su fe decadente! Arderé en su infierno imaginario tras la muerte, mientras tanto no me juzguen y ofrézcanme la otra mejilla. ¡Ay, ni siquiera son capaces de predicar con el ejemplo, mas siempre andan de rodillas, acumulando odio dentro de sus corazones!
Para ustedes, hijos bastardos de Dios, la regla es pretender, mas no ser.
Ateo Congénito
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