"UN BLOG PARA TODOS Y PARA NADIE

Bienvenidos:

Este es un blog dedicado a mí mismo, poco me importa si leen o no mis publicaciones. "Yo soy pretil junto a la corriente. ¡Agárreme el que pueda! Pero yo no soy vuestra muleta".

Sepan que he invertido cierta parte de mi tiempo en elaborar las publicaciones de este blog y si le sirve de provecho a alguien, ¡enhorabuena!

Los creyentes fanáticos e intolerantes no son bienvenidos en este lugar, vayan a arrojar sus inmundicias a otra parte (tampoco responderé a sus tonterías), pues yo "sé que me cortaron las alas, mas eso no me impedirá elevarme por encima del cielo".

Los predicadores de cualquier índole religiosa, son mis enemigos, y con esto no me refiero a las víctimas de la religión ni a los cristianos liberados, quienes creen en dios según su capricho; tampoco a los que no leen o interpretan las "sagradas" escrituras según su conveniencia. Tengo aún menos consideración por quienes asisten a "retiros espirituales" y "misas" con el único fin de "evangeligar". Estos no son mis enemigos, a lo mucho son comediantes de la "divinidad".

Recomiendo a mi reducido número de lectores un poco de paciencia, ya que encontrarán algunas publicaciones extensas. "¡No arrojes al héroe que hay en tu alma! ¡Conserva santa tu más alta esperanza!"

Por último, quiero proclamar, en nombre del conjunto gregario humano, lo siguiente:

"Creo en la redención de la humanidad: la detonación de la bomba del juicio final".

martes, 30 de septiembre de 2014

STEPHEN HAWKING: "...NO HAY NINGÚN DIOS. SOY ATEO".





Una de las mentes más brillantes de la física teórica se declara ateo. Se trata de Stephen Hawking, quien en algún momento nos dejó columbrar sobre su ateísmo, pero que a pesar de ello, muchos consideraban agnóstico. En esta ocasión, para que ya no quede ninguna duda sobre su postura, dijo claramente: «En el pasado, antes de que entendiéramos la ciencia, era lógico creer que Dios creó el Universo. Pero ahora la ciencia ofrece una explicación más convincente. Lo que quise decir cuando dije que conoceríamos 'la mente de Dios' era que comprenderíamos todo lo que Dios sería capaz de comprender si acaso existiera. Pero no hay ningún Dios. Soy ateo. La religión cree en los milagros, pero éstos no son compatibles con la ciencia». Espero que esto calle muchos hocicos detractores (religiosos en su mayoría) que se oponen tozudamente al avance científico. Y que las palabras de Hawking sirvan de precedente para otros científicos; pues así, la iglesia en cualquiera de sus mutaciones (sobre todo la ralea creacionista), nunca más reivindicaría para su rebaño nombres tan importantes como los de Galileo Galilei (víctima de su época), Isaac Newton (víctima de su época), Albert Einstein (ateo y no agnóstico como cree la mayoría), entre otros. Ciencia y religión son incompatibles y no pueden coexistir.

El artículo completo lo pueden leer en el siguiente enlace:

lunes, 15 de septiembre de 2014

NIETZSCHE, EL EDUCADOR


Se ha olvidado que el fin es la educación, la formación y no el Reich, y que para alcanzar ese fin se necesitan educadores, y no profesores de instituto y eruditos de Universidad... Se requieren educadores que estén a su vez educados, espíritus superiores, aristocráticos, que estén a la altura requerida en todo momento y que den prueba de ello cuando hablen y cuando guarden silencio, individuos cultos en un sentido maduro y dulce, y no esos brutos instruidos que ofrecen hoy a la juventud los Institutos y la Universidad, como si fueran «nodrizas superiores».

Lo que realmente consiguen las «escuelas superiores» […] es un adiestramiento brutal para hacer utilizable y aprovechable, en el más breve tiempo posible, a un gran número de jóvenes. «Educación superior» y gran número son dos cosas contradictorias a priori entre sí. Toda educación superior corresponde sólo a las excepciones: hay que ser privilegiado para tener derecho a un privilegio tan elevado. Nada grande ni bello puede ser nunca patrimonio común.

…hoy, nadie es ya libre de dar a sus hijos una educación aristocrática: todas nuestras escuelas «superiores» están organizadas para la mediocridad más equívoca, en su profesorado, en sus planes de estudio, en los objetivos de su enseñanza. Y en todas partes reina una prisa indecorosa, como si el joven llegara tarde a algo cuando no ha «terminado» ya a los veintitrés años, cuando no ha respondido aún a la «pregunta fundamental» de qué profesión desempeñar. Permítaseme decir que a un hombre que pertenece a un tipo superior no le gustan las «profesiones», precisamente porque sabe que tiene una vocación. Dispone de tiempo, no se le ocurre pensar que ha «terminado»; en relación con una cultura elevada, a los treinta años se es un principiante, un niño. Esos Institutos repletos de jóvenes y esos profesores nuestros de Instituto sobrecargados de trabajo y embrutecidos, constituyen un escándalo.

De acuerdo con mi forma de ser, se me induce a afirmar y sólo indirectamente, sólo en contra mía a contradecir y a criticar, voy a señalar ahora las tres tareas para las que se necesitan educadores. Se ha de aprender a ver, se ha de aprender a pensar, y se ha de aprender a hablar y a escribir: el objetivo de estas tres cosas es una cultura aristocrática. Aprender a ver es acostumbrar los ojos a mirar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se acerquen a nosotros; aprender a no formular juicios precipitadamente, a dar vueltas en torno a cada caso concreto hasta llegar a abarcarlo. Lo primero que hay que aprender para alcanzar la intelectualidad es a no responder inmediatamente a un estímulo, sino a controlar los instintos que ponen trabas, que nos aíslan. Aprender a ver, tal y como yo lo entiendo, equivale prácticamente a lo que el lenguaje no filosófico llama voluntad firme, cuyo aspecto esencial es poder negarse a «querer», poder aplazar la decisión. Todo lo no espiritual, todo lo vulgar radica en la incapacidad de oponer resistencia a un estímulo, en el tener que reaccionar, en seguir todo impulso. En muchos casos ese tener que, es ya un síntoma de enfermedad, de decadencia, de agotamiento; casi todo lo que la tosquedad no filosófica llama «vicio» no es más que esa incapacidad fisiológica que impide no reaccionar. 

Una manifestación práctica de haber aprendido a ver consiste en que el que está aprendiendo se habrá ido volviendo lento, desconfiado, reacio. Dejará que lo extraño, lo nuevo se le acerque, manteniendo una calma hostil y tratando de no cogerlo con la mano. Tener todas las puertas abiertas de par en par, inclinarse servilmente ante cualquier hecho insignificante, estar siempre dispuesto a matarse, a lanzarse de un salto dentro de otros hombres y de otras cosas; en suma, la famosa «objetividad» moderna es un signo de mal gusto, algo no aristocrático por excelencia.

Aprender a pensar: en nuestras escuelas ya no se tiene la menor idea de esto. Hoy en las universidades, hasta entre los filósofos verdaderamente eruditos, comienza a caer en desuso la lógica como teoría, como práctica y como oficio.

Freidrich Nietzsche, El Crepúsculo de los Ídolos.

sábado, 16 de agosto de 2014

ESPECTROGRAFÍA DEL NIHILISMO, POR MICHEL ONFRAY


La época parece atea, pero sólo a los ojos de los cristianos o de los creyentes. De hecho, es nihilista. Los devotos del pasado tienen gran interés en identificar lo peor y la negatividad contemporánea con un producto del ateísmo. Persiste la vieja idea del ateo inmoral, amoral, sin fe ni ética. El lugar común en los últimos cursos del bachillerato, en virtud del cual "si Dios no existe, entonces todo está permitido" —cantinela que se adivina en Los hermanos Karamasov, de Dostoievski—, sigue produciendo efectos y se asocia con la muerte, el odio y la miseria a los individuos que se valen de la ausencia de Dios para cometer sus fechorías. Esta tesis equivocada merece un desmontaje en debida forma. Pues más bien lo contrario me parece verdadero: "Porque Dios existe, entonces todo está permitido". Me explico. Tres mil años atestiguan, desde los primeros textos del Antiguo Testamento hasta el presente, que la afirmación de un Dios único, violento, celoso, pleitista, intolerante, belicoso ha causado más odio, sangre, muertes y brutalidad que paz... El fantasma judío del pueblo elegido que legitima el colonialismo, la expropiación,

el odio, la animosidad entre los pueblos, además de la teocracia autoritaria y armada; la referencia cristiana a los mercaderes del templo o a un Jesús paulino que pretende venir para blandir la espada, lo que justifica las Cruzadas, la Inquisición, las guerras religiosas, el Día de San Bartolomé, las hogueras, el Index, pero también el colonialismo mundial, los etnocidios norteamericanos, el apoyo al fascismo del siglo XX, la omnipotencia temporal del Vaticano desde hace siglos hasta en los mínimos detalles de la vida cotidiana; la reivindicación clara en casi todas las páginas del Corán de un llamado a acabar con los infieles, su religión, cultura, civilización, y también con los judíos y los cristianos, ¡en nombre de un Dios misericordioso! Tenemos aquí varias pistas que nos permiten profundizar la idea basada, justamente, en que debido a la existencia de Dios, todo está permitido, en él, por él, en su nombre, sin que a los fieles, al sacerdocio, a la gente común o a las altas esferas se les ocurra que allí haya algo censurable...

Si la existencia de Dios, más allá de su forma judía, cristiana o musulmana, impidiera, por poco que fuera, el odio, la mentira, la violación, el saqueo, la inmoralidad, la malversación, el perjurio, la violencia, el desprecio, la maldad, el crimen, la corrupción, la pillería, el falso testimonio, la depravación, la paidofilia, el infanticidio, la canallada, la perversión, habríamos visto no a los ateos —puesto que son intrínsecamente viciosos—, sino a los rabinos, curas, papas, obispos, pastores, imanes, y con ellos a sus fieles, a todos sus fieles —y son muchos...—, practicar el bien, sobresalir en la virtud, predicar con el ejemplo y demostrarle al perverso sin Dios que la moralidad se encuentra de su lado: que respetan punto por punto los Diez Mandamientos y obedecen los mandatos de los suras elegidos, y por lo tanto no mienten ni saquean, no roban ni violan, no levantan falsos testimonios ni matan —mucho menos fomentan atentados terroristas contra Manhattan o expediciones punitivas en la franja de Gaza y no ocultan las prácticas de sus curas paidófilos—.
¡Veríamos, entonces, que sus comportamientos impecables y ejemplares serían capaces de convertir a los fieles a su alrededor! En lugar de eso...

Es hora de que se deje de asociar el mal del planeta con el ateísmo. La existencia de Dios, me parece, ha generado en su nombre muchas más batallas, masacres, conflictos y guerras en la historia, que paz, serenidad, amor al prójimo, perdón de los pecados o tolerancia. Que yo sepa, los papas, príncipes, reyes, califas y emires no se destacaron en su mayoría por ser virtuosos, puesto que ya Moisés, Pablo y Mahoma sobresalieron, cada uno por su parte, en el asesinato, las palizas, o las razias, como lo demuestran sus biografías. Más variaciones sobre el tema del amor al prójimo...

La historia de la humanidad muestra, sin duda alguna, los triunfos del vicio y las desdichas de la virtud... No existe justicia trascendente ni inmanente. Con o sin Dios, ningún hombre ha tenido nunca que pagar por insultarlo, ignorarlo, despreciarlo, olvidarlo o contrariarlo. Los teístas se ven obligados a hacer muchas contorsiones metafísicas para justificar el mal en el mundo mientras afirman la existencia de un dios al cual nada se le escapa. Los deístas parecen menos ciegos; los ateos dan la impresión de ser más lúcidos.

Michel Onfray, Tratrado de ateología.

jueves, 7 de agosto de 2014

DIOS Y LA CIENCIA EN LOS CANTOS DE MALDOROR


… Conozco al Todopoderoso... y él también debe conocerme a mí. Si, por azar, caminamos por el mismo sendero, su vista penetrante me ve llegar desde lejos: entonces toma por un camino transversal a fin de evitar el triple dardo de platino con que la naturaleza me ha dotado a modo de lengua. Tú me concederás el placer, oh Creador, de dejar que difunda mis sentimientos. Manejando la terrible ironía con mano fría y firme, te advierto que mi corazón la contendrá en cantidad suficiente como para atacarte hasta el fin de mi existencia. Golpearé tu hueco armazón, con tal fuerza que me propongo hacer salir de él las restantes parcelas de inteligencia que no quisiste dar al hombre -porque habrías estado celoso al hacerlo igual a ti-, y que habías escondido desvergonzadamente en tus tripas, astuto bandido, como si no supieras que un día u otro las habría descubierto yo con mi ojo siempre avizor y te las habría arrebatado para compartirlas con mis semejantes. Lo he hecho como te digo, y ahora ya no te temen, tratan contigo de poder a poder…

… He visto al Creador, estimulando su crueldad inútil, provocar incendios en los que perecían ancianos y niños. No soy el que comienza el ataque; es él quien me obliga a hacerle girar como un trompo con el látigo de cuerdas de acero. ¿No es él quien me suministra las acusaciones contra él mismo? ¡No agotará mi verbo temible! Mi verbo se nutre de las insensatas pesadillas que atormentan mis insomnios. Pero si ha sido a causa de Lohengrin el que se escribiera lo que antecede, volvamos entonces a él. Por temor de que más tarde no llegara a ser, yo había resuelto de antemano matarlo a cuchilladas, una vez que hubiera pasado la edad de la inocencia…

…¡Raza estúpida e idiota! Te arrepentirás de conducirte así. Te lo digo yo. Te arrepentirás, sí, te arrepentirás. Mi poesía sólo consistirá en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no debería haber engendrado semejante canalla. Los volúmenes se amontonarán sobre los volúmenes, hasta el fin de mi vida, y, sin embargo, en todos ellos no se verá más que esta única idea, siempre presente en mi conciencia.

… Comenzaba a parecerme que el universo, con su bóveda estrellada de globos impasibles y molestos, no era acaso lo que yo había soñado como más grandioso. De modo que un día, cansado de marcar el paso por el sendero abrupto del viaje terrestre, y de alejarme, tambaleándome como un hombre ebrio, a través de las catacumbas oscuras de la vida, alcé con lentitud mis ojos esplénicos, rodeados de un cerco azulado, hacia la concavidad del firmamento, y me atrevía a penetrar, yo, tan joven, en los misterios del cielo. Al no encontrar lo que buscaba, levanté mis párpados asustados más arriba, aún más arriba, hasta que percibí un trono formado de excrementos humanos y de oro, sobre el cual se pavoneaba, con idiota orgullo, el cuerpo, envuelto en un sudario hecho con sábanas sin lavar de hospital, de aquel que se denominaba a sí mismo el Creador…

Oh Creador del universo, no dejaré de ofrecerte esta mañana el incienso de mi oración infantil. A veces la olvido, y he observado que, esos días me siento más feliz que de ordinario; mi pecho se ensancha, libre de toda sujeción, y respiro más fácilmente el aire perfumado de los campos; por el contrario, cuando cumplo con el penoso deber, ordenado por mis padres, de dirigirte cotidianamente un cántico de alabanza, acompañado del tedio inseparable que me causa su laboriosa invención, entonces estoy triste e irrido todo el día, porque no me parece lógico y natural decir lo que no pienso, y busco el retiro de las inmensas soledades.

…Desgraciadamente, ¡cuántos siglos no serán necesarios todavía antes de que la raza humana perezca completamente en mi pérfida trampa! Es así como un espíritu hábil, que no se vanagloria, emplea, para alcanzar sus fines, los mismos medios que parecerían, en un principio, constituir un obstáculo invencible. Siempre mi inteligencia se eleva hacia esa imponente cuestión y vosotros sois testigos de que ya no me es posible limitarme al modesto tema que al principio tenía intención de tratar. Una última palabra... era una noche de invierno. Mientras el viento silbaba entre los abetos, el Creador abrió su puerta en medio de las tinieblas e hizo que entrara un pederasta…

…Gracias por los innumerables servicios que me habéis prestado. Gracias por las extrañas cualidades con que habéis enriquecido mi inteligencia. Sin vosotras, en mi lucha contra el hombre, quizás hubiera sido vencido. Sin vosotras, él me hubiera hecho rodar por la arena y besar el polvo de sus pies. Sin vosotras, una pérfida garra hubiera lacerado mis carnes y mis huesos. Pero siempre me he mantenido en guardia, como un atleta experimentado. Vosotras me disteis la frialdad que surge de vuestras concepciones sublimes, exentas de pasión. Me he servido de ella para rechazar con desdén los goces efímeros de mi corto viaje y para arrojar de mi puerta los ofrecimientos simpáticos, aunque engañosos, de mis semejantes. Vosotras me disteis la prudencia tenaz que se descifra a cada paso en vuestros admirables métodos de análisis, de síntesis y de deducción. Me serví de ella para desconcertar a las perniciosas astucias de mi enemigo mortal, para atacarlo a mi vez con destreza y hundir en las vísceras del hombre un agudo puñal que permanecerá para siempre clavado en su cuerpo, pues es una herida de la que nunca se recuperará. Vosotras me disteis la lógica, que es como el alma misma de vuestras enseñanzas, llena de sabiduría; con sus silogismos, cuyo complicado laberinto se hace más comprensible, mi inteligencia sintió duplicarse sus audaces fuerzas. Con la ayuda de este terrible auxiliar, descubrí en la humanidad, nadando hacia los bajos fondos, frente a los escollos del odio, la maldad negra y horrorosa que se corrompía en medio de los miasmas deletéreos, de los que se admiraban el ombligo. Fue el primero que descubrió en las tinieblas de sus entrañas ese vicio nefasto, ¡el mal!, superior en él al bien. Con esa arma envenenada que me prestasteis, hice descender de su pedestal, construido por la cobardía del hombre, ¡al Creador mismo! Rechinó sus dientes y sintió esa injuria ignominiosa, pues tenía por adversario a alguien más fuerte que él. Pero lo dejaré a un lado, como un rollo de cuerdas, a fin de rebajar mi vuelo...

Conde de Lautréamont (Isidore Ducasse), Los Cantos de Maldoror.

jueves, 24 de julio de 2014

LA FILOSOFÍA Y EL HOMBRE PRÁCTICO, POR BERTRAND RUSSELL.



…muchos, bajo la influencia de la ciencia o de los negocios prácticos, se inclinan a dudar de que la filosofía sea algo más que una ocupación inocente, pero frívola e inútil, con distinciones que se quiebran de puro sutiles y controversias sobre materias cuyo conocimiento es imposible.

Esta opinión sobre la filosofía parece resultar, en parte, de una falsa concepción de los fines de la vida, y en parte de una falsa concepción de la especie de bienes que la filosofía se esfuerza en obtener. Las ciencias físicas, mediante sus invenciones, son útiles a innumerables personas que las ignoran totalmente: así, el estudio de las ciencias físicas no es sólo o principalmente recomendable por su efecto sobre el que las estudia, sino más bien por su efecto sobre los hombres en general. Esta utilidad no pertenece a la filosofía. Si el estudio de la filosofía tiene algún valor para los que no se dedican a ella, es sólo un efecto indirecto, por sus efectos sobre la vida de los que la estudian. Por consiguiente, en estos efectos hay que buscar primordialmente el valor de la filosofía, si es que en efecto lo tiene.

Pero ante todo, si no queremos fracasar en nuestro empeño, debemos liberar nuestro espíritu de los prejuicios de lo que se denomina equivocadamente «el hombre práctico». El hombre «práctico», en el uso corriente de la palabra, es el que sólo reconoce necesidades materiales, que comprende que el hombre necesita el alimento del cuerpo, pero olvida la necesidad de procurar un alimento al espíritu. Si todos los hombres vivieran bien, si la pobreza y la enfermedad hubiesen sido reducidas al mínimo posible, quedaría todavía mucho que hacer para producir una sociedad estimable; y aun en el mundo actual los bienes del espíritu son por lo menos tan importantes como los del cuerpo. El valor de la filosofía debe hallarse exclusivamente entre los bienes del espíritu, y sólo los que no son indiferentes a estos bienes pueden llegar a la persuasión de que estudiar filosofía no es perder el tiempo.

La filosofía, como todos los demás estudios, aspira primordialmente al conocimiento. El conocimiento a que aspira es aquella clase de conocimiento que nos da la unidad y el sistema del cuerpo de las ciencias, y el que resulta del examen crítico del fundamento de nuestras convicciones, prejuicios y creencias. Pero no se puede sostener que la filosofía haya obtenido un éxito realmente grande en su intento de proporcionar una respuesta concreta a estas cuestiones. Si preguntamos a un matemático, a un mineralogista, a un historiador, o a cualquier otro hombre de ciencia, qué conjunto de verdades concretas ha sido establecido por su ciencia, su respuesta durará tanto tiempo como estemos dispuestos a escuchar.

Pero si hacemos la misma pregunta a un filósofo, y éste es sincero, tendrá que confesar que su estudio no ha llegado a resultados positivos comparables a los de las otras ciencias. Verdad es que esto se explica, en parte, por el hecho de que, desde el momento en que se hace posible el conocimiento preciso sobre una materia cualquiera, esta materia deja de ser denominada filosofía y se convierte en una ciencia separada. Todo el estudio del cielo, que pertenece hoy a la astronomía, antiguamente era incluido en la filosofía; la gran obra de Newton se denomina Principios matemáticos de la filosofía natural. De un modo análogo, el estudio del espíritu humano, que era, todavía recientemente, una parte de la filosofía, se ha separado actualmente de ella y se ha convertido en la ciencia psicológica.
[…]
…El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía, va por la vida prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias habituales en su tiempo y en su país, y de las que se han desarrollado en su espíritu sin la cooperación ni el consentimiento deliberado de su razón. Para este hombre el mundo tiende a hacerse preciso, definido, obvio; los objetos habituales no le suscitan problema alguno, y las posibilidades no familiares son desdeñosamente rechazadas. Desde el momento en que empezamos a filosofar, hallamos, por el contrario, como hemos visto en nuestros primeros capítulos, que aun los objetos más ordinarios conducen a problemas a los cuales sólo podemos dar respuestas muy incompletas.

La filosofía, aunque incapaz de decirnos con certeza cuál es la verdadera respuesta a las dudas que suscita, es capaz de sugerir diversas posibilidades que amplían nuestros pensamientos y nos liberan de la tiranía de la costumbre. Así, el disminuir nuestro sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son, aumenta en alto grado nuestro conocimiento de lo que pueden ser; rechaza el dogmatismo algo arrogante de los que no se han introducido jamás en la región de la duda liberadora y guarda vivaz nuestro sentido de la admiración, presentando los objetos familiares en un aspecto no familiar.

Aparte esta utilidad de mostrarnos posibilidades insospechadas, la filosofía tiene un valor —tal vez su máximo valor— por la grandeza de los objetos que contempla, y la liberación de los intereses mezquinos y personales que resultan de aquella contemplación. La vida del hombre instintivo se halla encerrada en el círculo de sus intereses privados: la familia y los amigos pueden incluirse en ella, pero el resto del mundo no entra en consideración, salvo en lo que puede ayudar o entorpecer lo que forma parte del círculo de los deseos instintivos. Esta vida tiene algo de febril y limitada. En comparación con ella, la vida del filósofo es serena y libre.
[…]
…La contemplación filosófica, cuando sus perspectivas son muy amplias, no divide el Universo en dos campos hostiles: los amigos y los enemigos, lo útil y lo adverso, lo bueno y lo malo; contempla el todo de un modo imparcial. La contemplación filosófica, cuando es pura, no intenta probar que el resto del Universo sea afín al hombre.

Toda adquisición de conocimiento es una ampliación del yo, pero esta ampliación es alcanzada cuando no se busca directamente. Se adquiere cuando el deseo de conocer actúa por sí solo, mediante un estudio en el cual no se desea previamente que los objetos tengan tal o cual carácter, sino que el yo se adapta a los caracteres que halla en los objetos. Esta ampliación del yo no se obtiene, cuando, partiendo del yo tal cual es, tratamos de mostrar que el mundo es tan semejante a este yo, que su conocimiento es posible sin necesidad de admitir nada que parezca serle ajeno. El deseo de probar esto es una forma de la propia afirmación, y como toda forma de egoísmo, es un obstáculo para el crecimiento del yo que se desea y del cual conoce el yo que es capaz.
[…]
Es una tendencia filosófica muy extendida la que considera el hombre como la medida de todas las cosas, la verdad hecha para el hombre, el espacio y el tiempo, y los universales como propiedades del espíritu, y que, si hay algo que no ha sido creado por el espíritu, es algo incognoscible y que no cuenta para nosotros. Esta opinión, si son correctas nuestras anteriores discusiones, es falsa; pero además de ser falsa, tiene por efecto privar a la contemplación filosófica de todo lo que le da valor, puesto que encadena la contemplación al yo. Lo que denomina conocimiento no es una unión con el yo, sino una serie de prejuicios, hábitos y deseos que tejen un velo impenetrable entre nosotros y el mundo exterior. El hombre que halla complacencia en esta teoría del cono cimiento es como el que no abandona su círculo doméstico por temor a que su palabra no sea ley.

La verdadera contemplación filosófica, por el contrario, halla su satisfacción en toda ampliación del no yo, en todo lo que magnifica el objeto contemplado, y con ello el sujeto que lo contempla. En la contemplación, todo lo personal o privado, todo lo que depende del hábito, del interés propio o del deseo perturba el objeto, y, por consiguiente, la unión que busca el intelecto. Al construir una barrera entre el sujeto y el objeto, estas cosas personales y privadas llegan a ser una prisión para el intelecto.
[…]
La imparcialidad que en la contemplación es el puro deseo de la verdad, es la misma cualidad del espíritu que en la acción se denomina justicia, y en la emoción es este amor universal que puede ser dado a todos y no sólo a aquellos que juzgamos útiles o admirables. Así, la contemplación no sólo amplia los objetos de nuestro pensamiento, sino también los objetos de nuestras acciones y afecciones; nos hace ciudadanos del Universo, no sólo de una ciudad amurallada, en guerra con todo lo demás. En esta ciudadanía del Universo consiste la verdadera libertad del hombre, y su liberación del vasallaje de las esperanzas y los temores limitados.

Para resumir nuestro análisis sobre el valor de la filosofía: la filosofía debe ser estudiada, no por las respuestas concretas a los problemas que plantea, puesto que, por lo general, ninguna respuesta precisa puede ser conocida como verdadera, sino más bien por el valor de los problemas mismos; porque estos problemas amplían nuestra concepción de lo posible, enriquecen nuestra imaginación intelectual y disminuyen la seguridad dogmática que cierra el espíritu a la investigación; pero, ante todo, porque por la grandeza del Universo que la filosofía contempla, el espíritu se hace a su vez grande, y llega a ser capaz de la unión con el Universo que constituye su supremo bien.

Bertrand Russell, Los problemas de la Filosofía.

jueves, 10 de julio de 2014

JAMES JOYCE, EL ARTISTA ADOLESCENTE



Novelista y poeta irlandés cuya agudeza psicológica e innovadoras técnicas literarias expresadas en su novela épica Ulises le convierten en uno de los escritores más importantes del siglo XX. Joyce nació en Dublín el 2 de febrero de 1882. Hijo de un funcionario acosado por la pobreza, estudió con los jesuitas, y en la Universidad de Dublín. Educado en la fe católica, rompió con la Iglesia mientras estudiaba en la universidad. En 1904 abandonó Dublín con Nora Barnacle, una camarera con la que acabaría casándose. Vivieron con sus dos hijos en Trieste, París y Zúrich con los escasos recursos proporcionados por su trabajo como profesor particular de inglés y con los préstamos de algunos conocidos. En 1907 Joyce sufrió su primer ataque de iritis, grave enfermedad de los ojos que casi le llevó a la ceguera.

Siendo estudiante universitario, Joyce logró su primer éxito literario poco después de cumplir 18 años con un artículo, «El nuevo drama de Ibsen», publicado en la revista Fortnightly Review de Londres. Su primer libro, Música de cámara (1907), contiene 36 poemas de amor, muy elaborados, que reflejan la influencia de la poesía lírica isabelina y los poetas líricos ingleses de finales del siglo XIX. En su segunda obra, un libro de 15 cuentos titulado Dublineses (1914), narra episodios críticos de la infancia y la adolescencia, de la familia y la vida pública de Dublín. Algunos de estos cuentos fueron encargados para su publicación por la revista The Irish Homestead, pero el director decidió que la obra de Joyce no era adecuada para sus lectores. Su primera novela, Retrato del artista adolescente (1916), muy autobiográfica, recrea su juventud y vida familiar en la historia de su protagonista, Stephen Dedalus. Incapaz de conseguir un editor inglés para la novela, fue su mecenas, Harriet Shaw Weaver, directora de la revista Egoist, quien la publicó por su cuenta, imprimiéndola en Estados Unidos. En esta obra, Joyce utilizó ampliamente el monólogo interior, recurso literario que plasma todos los pensamientos, sentimientos y sensaciones de un personaje con un realismo psicológico escrupuloso. También de esta época data su obra de teatro Exiliados (1918).

Joyce alcanzó fama internacional en 1922 con la publicación de Ulises, una novela cuya idea principal se basa en la Odisea de Homero y que abarca un periodo de 24 horas en las vidas de Leopold Bloom, un judío irlandés, y de Stephen Dedalus, y cuyo clímax se produce al encontrarse ambos personajes. El tema principal de la novela gira en torno a la búsqueda simbólica de un hijo por parte de Bloom y a la conciencia emergente de Dedalus de dedicarse a la escritura. En Ulises, Joyce lleva aún más lejos la técnica del monólogo interior, como medio extraordinario para retratar a los personajes, combinándolo con el empleo del mimetismo oral y la parodia de los estilos literarios como método narrativo global. La revista estadounidense Little Review empezó en 1918 a publicar los capítulos del libro hasta que fue prohibido en 1920. Se publicó en París en 1922. Finnegans Wake (1939), su última y más compleja obra, es un intento de encarnar en la ficción una teoría cíclica de la historia. La novela está escrita en forma de una serie ininterrumpida de sueños que tienen lugar durante una noche en la vida del personaje Humphrey Chimpden Earwicker. Simbolizando a toda la humanidad, Earwicker, su familia y sus conocidos se mezclan, como los personajes oníricos, unos con otros y con diversas figuras históricas y míticas. Con Finnegans Wake, Joyce llevó su experimentación lingüística al límite, escribiendo en un lenguaje que combina el inglés con palabras procedentes de varios idiomas.

Las otras obras publicadas son dos libros de poesía, Poemas manzanas (1927) y Collected Poems (1936). Stephen, el héroe, publicada en 1944, es una primera versión de Retrato. Además, en 1968, su biógrafo Richard Ellman publicó un original inédito, Giacomo Joyce, pequeña obra considerada el antecedente del Ulises. Joyce empleaba símbolos para expresar lo que llamó «epifanía», la revelación de ciertas cualidades interiores. De esta manera, sus primeros escritos describen desde dentro modos individuales y personajes, así como las dificultades de Irlanda y del artista irlandés a comienzos del siglo XX. Las dos últimas obras, Ulises y Finnegans Wake, muestran a sus personajes en toda su complejidad de artistas y amantes desde diversos aspectos de sus relaciones familiares. Al emplear técnicas experimentales para comunicar la naturaleza esencial de las situaciones reales, Joyce combinó las tradiciones literarias del realismo, el naturalismo y el simbolismo plasmándolos en un estilo y una técnica únicos. Después de vivir veinte años en París, cuando los alemanes invadieron Francia al principio de la II Guerra Mundial, Joyce se trasladó a Zúrich, donde murió el 13 de enero de 1941.

María Isabel Butler de Foley, 1994.

viernes, 23 de mayo de 2014

LA RAMERA FELICIDAD



Conozco a la ramera, va y viene, viene y va, contoneándose suavemente, inspirando lascivia y anhelos de posesión. Algunos la compran con dinero, otros la encuentran merodeando bares y discotecas. El vulgo cree haberla conquistado, pero no, muy rápido llega el desengaño. Placer efímero, dolor exacerbado. Vienes a mí y te vas, dejando el aroma de tus cabellos en el sueño de mi almohada. Los domingos va a misa a rezarle al señor. Dulce inspiración, verdadera alienación. Creo en ti y me engañas, deshonesta y desvergonzada. ¡Oh, Ramera Felicidad! Lo eres todo y a la vez nada.


Ateo Congénito

jueves, 17 de abril de 2014

LA FE DEL CREYENTE Y LA VERDAD HISTÓRICA DE JESUCRISTO



  • La "semana santa" es, sin duda alguna, un motivo de celebración colectiva. Y no se trata precisamente de un acto de conmemoración, pues todos conocen (mas no lo admiten) las rutinas que los caracterizan en los días no laborables. Algo que podría resumirse en muchos casos como distracción y desenfreno. Dejando de lado la falsa moral y la fe indigna de quienes se pavonean hijos de Dios, reflexionemos un poco sobre la historicidad de Jesucristo. Lo que sigue es una prueba de fe de los "fuertes" y una escabullida inevitable de los débiles. Ateo Congénito

A pesar de toda esta literatura que esta siendo continuamente producida y la significación del sujeto, en el público hay una carencia seria de una educación formal y amplia con respecto a la religión y la mitología, y la mayoría de las personas están muy mal informados en este asunto. Respecto al cristianismo, por ejemplo, los religiosos enseñan, en la mayoría de las escuelas y las iglesias, que Jesús Cristo era una figura histórica real y que la única controversia con respecto a él es que alguna gente lo acepta como el hijo de dios y el mesías, mientras que otras no lo aceptan como tal. Sin embargo, mientras que ésta es la discusión que produce el furor más evidente, pero este asunto hoy, no es el más importante. Aunque puede chocar al populacho en general, la controversia más profunda y resistida de este tema es si existió o no realmente una persona llamada Jesús Cristo. Aunque esta discusión puede no ser evidente en las publicaciones fácilmente disponibles en librerías populares, cuando uno examina mas de cerca este asunto, encontrará un enorme volumen de literatura que
demuestra, de manera lógica e inteligente y repetidamente, el hecho que Jesús Cristo es una representación de carácter mitológico similar a los dioses de Grecia, de Roma, de Egipto, de Sumeria, de Fenicia y de la India, quiénes son todos admitidos actualmente como mitos, en vez de figuras históricas. Cavando profundamente en este gran cuerpo de estudio, uno descubre evidencia de que el carácter de Jesús está basado sobre mitos y héroes mucho más antiguos que existieron previamente alrededor del globo.

Uno descubre que este cuento no es, por lo tanto, una representación histórica de un carpintero rebelde judío que tenía encarnación física en el Medio Oriente hace 2.000 años. Es decir se ha demostrado continuamente por siglos que este personaje, Jesús Cristo, fue inventado y no representó a una persona verdadera y que entonces fue convertido en súper-humano por sus seguidores entusiastas.

Fuentes Bíblicas

Se está revelando que los documentos cristianos más tempranos, las epístolas atribuidos a "Pablo" nunca discuten el fondo histórico de Jesús pero se ocupan exclusivamente de un ente espiritual quién era conocido por todas las sectas gnósticas miles de años. Las pocas referencias "históricas" a una vida real de Jesús citada en las epístolas son evidentes interpolaciones y falsificaciones. [...]

Los Caracteres

No hay sitio adecuado aquí de entrar el detalle sobre cada dios que contribuyó a la formación del carácter judío de Jesús; sea suficiente decir que hay un montón de documentación para mostrar de que esta edición no es una cuestión de la "fe" o de la "creencia." La verdad es que durante la era en la cual este supuesto individuo vivió, había una biblioteca extensa en Alejandría y una red de fraternidad increíblemente ágil que se extendió de Europa a China, y esta red de información tenía acceso a los numerosos manuscritos que expresaron la misma narrativa retratada en el nuevo testamento con diversos topónimos y pertenencias étnicas para los caracteres. En realidad, la leyenda de Jesús es paralela y casi idéntica al mito de Krishna, detalladamente, como fue presentado por el notable mitólogo y erudito Gerald Massey concluido hace mas de 100 años, así como por el reverendo Roberto Taylor hace 160 años, entre otros. El cuento de Krishna tal como fue escrito en las Vedas hindúes se ha fechado como redactado por lo menos desde el 1400 a.n.e.. El mito de Jesús incorporó elementos de los mitos de otros dioses registrados en una extensa área, por ejemplo muchos de los siguientes salvadores del mundo e "hijos de dios", la mayoría o todos preceden al mito cristiano, y de quiénes un gran numero, fueron crucificados o ejecutados:

- Adad de Asiría
- Adonis, Apolo, Heracles ("Hércules"), y Zeus de Grecia
- Alcides de Tebas
- Attis de Erigía
- Baal de Fenicia
- Bali de Afganistán
- Beddru de Japón
- Buddha de la India
- Crite de Caldea
- Deva Tat de Tailandia
- Hesus de los druidas
- Horus, Osiris, y Serapis de Egipto de quién el aspecto barbudo y con el pelo largo fue adoptado para el carácter de Cristo.
- Indra de Tíbet
- Jao de Nepal
- Krishna de la India
- Mikado de los Sintoistas
- Mithra de Persia
- Odin de los escandinavos
- Prometeo del Cáucaso
- Quetzalcoatl de Méjico
- Salivahana de Bermudas
- Tammuz de Siria (quién, en un movimiento típico en la fabricación de mitos, lo convirtieron más adelante en el discípulo Thomas).
- Thor de los nordicos
- Monarca universal de las Sibilas
- Wittoba de los Bilingoneses
- Xamolxis de Tracia
- Zarathustra/Zoroastro de Persia
- Zoar de los Bonzes

Acharya s (Dorothy M. Murdock) - "Los orígenes del cristianismo y la búsqueda del Jesús Cristo histórico".


viernes, 28 de marzo de 2014

EL INTELECTUAL VISTO POR DENTRO


La mayoría de los Intelectuales fueron criaturas inteligentes durante su infancia; quizá sus progenitores lo son tanto, más o menos que ellos, pero en cualquier caso supieron abonar el campo cerebral de su retoño entregándole más oportunidades de conocimiento que abrazos y caricias. Los pequeños Intelectuales reparten una admiración proporcional entre sus padres y les premian aportando algo a cambio: las mejores calificaciones escolares, las más agudas reflexiones, y en algunos casos se transforman en compañero pensador de los adultos que le circundan. Los congéneres menudos, en cambio, suelen constituir una molesta y ruidosa servidumbre de paso de la que conviene mantenerse a una prudencial distancia. El niño Intelectual intenta, de este modo, mantener relaciones de igualdad con los más eruditos y con los que poseen más experiencia que él, para aprender de ellos y labrarse un campo propio de conocimientos, un almacén de ideas personal tan valioso que impele a protegerlo evitando la intromisión ajena. Su lema es «Deja mi espacio hasta que yo te invite, y yo dejaré el tuyo mientras no me invites». Los Intelectuales evolucionan considerando que es más interesante reflexionar que sentir, las emociones son llamativas en tanto puedan ser domesticables, de lo contrario, es mejor no dedicarles demasiada energía. Sentir es, muchas veces, sinónimo de sufrir, por eso, cuanto más sepa, cuanto más conozca, menos ocasiones tendrá el dolor de hacerse su dueño; los Intelectuales son defensores de la «máscara que oculta las profundas emociones», según declaraciones del escritor Yukio Mishima, quien en sus novelas (de gran componente autobiográfico) publicita cuánto conviene «mostrarse lo más enigmático posible, incluso ante [la propia] madre». La independencia, la autonomía, el control mental, el aumento de sabidurías que permitan desenmascarar lo desconocido, se convierten en su tesoro favorito; se tumba en la hierba «buscando algo absolutamente definitivo», no hay horizonte que no pueda ser descubierto, invadido, conocido, pasea por los jardines del mundo, exhaustivamente, para no perderse ninguna flor. Los Intelectuales se enamoran de las ideas más que de las personas porque el amor, ya se sabe, es una fuerza indómita e inabordable para un cerebro pensante: «Tu desfachatez conmigo me obliga a escribirte esta carta [insultante] [...]. Me has obsequiado con enigmas sin sentido», escribe de nuevo Mishima, esta vez dirigiéndose a la mujer que le amaba sin haberse molestado en consultarle sobre el asunto. Como Mishima, los Intelectuales tienden a «cerrar el corazón ante el sol naciente, por temor a que un rayo suelto pudiera penetrarlo». Las emociones y las pasiones son importantes en tanto en cuanto puedan ser objeto de estudio y de erudición; pero, desde luego, más vale zafarse de ellas si alcanzan una fuerza superior y te convulsionan el alma, colocándote a su merced, esclavizándote a su capricho. Sus familiares, las personas, el mundo, resultan fascinantes y necesarios siempre que puedan contemplarse, y sobre todo, escrutarse, desde una prudencial distancia, con estilo cognitivo. Para los Intelectuales, la vida se compartimenta en dos campos: el interior y el exterior, sujetos y objetos, lo desconocido y lo descubierto, lo peligroso y lo seguro, lo luminoso y lo oscuro. «La vasija, de madera de ciprés, [llena de agua], era una frontera donde terminaba este mundo y empezaba otro. [...] La vasija expresaba por fuera el yo exterior, y el agua expresa el yo más íntimo», vuelve a la carga Mishima, y continúa expresando que en aquella agua se había hundido su alma igual que si fuese un rayo de luna o una mariposa de oro atrapada en las redes del misterio.
En sus correrías por los vericuetos del saber, los Intelectuales pueden llegar a convertirse en los mejores especialistas sobre un tema determinado, ya sea académico o de corte artístico (antigüedades, sellos, libros, música). Es posible que no otorguen importancia alguna a los horarios para comer, a la adecuación en el vestir, pero tienden a poseer colecciones realmente impresionantes, ya sea de libros, discos, películas, manuscritos o cualquier otro objeto fruto de su interés y propulsor de su sapiencia. Los Intelectuales convierten a la ciencia su amante favorita, en cambio se muestran precavidos con los amantes de carne y hueso; apenas logran la pasión carnal sin aderezar el éxtasis con pensamiento, intentando desmigar la causa y razón de cada sacudida con el fin de, quizá, mejorar la cualidad en futuras ocasiones. En sus momentos cumbres, los Intelectuales son visionarios, intrépidos descubridores que aportan luz y progreso al mundo. Sabiendo que la cognición humana es limitada, temen por encima de cualquier cosa la pérdida de capacidad intelectual, la estrechez de sabiduría a la hora de comprender la vida con objetividad. A ello dedican su tiempo y energía; en cambio la ropa, el aseo y, en fin, las comodidades que facilitan la existencia, constituyen un pasatiempo superficial y, acaso, secundario. Para seducir a un Intelectual es conveniente aceptar que es y será el rey de la independencia, un llanero solitario en la aventura del saber. Como contrapartida aportará fidelidad férrea; para él o ella, las relaciones humanas son demasiado complicadas y, una vez se instala en una, maneja la convivencia con cortesía [...], siempre que el compañero sentimental tenga la decencia de respetar su espacio, no le sofoque con riadas sentimentales y, a ser posible, también asuma la responsabilidad de todos los pequeños y superficiales asuntos que procuran algo de confort a la vida de pareja.

RESUMEN DEL INTELECTUAL

¿Qué ofrece?

Conocimiento, sabiduría, independencia, seguridad.

¿A quién?

A cualquier persona con inquietudes de aprendizaje.

¿Cómo lo hace?

— Lanza señales equívocas, donde anuncia que el acercamiento será bienvenido..., siempre y cuando el otro tenga algo interesante que ofrecer: «Demuéstrame que vales la pena».
— Habilidad para retrasar la satisfacción propia y ajena.
— Demuestra su independencia y lo poco que necesita al otro; pero está dispuesto a compartir su tiempo y energía si el otro tiene algo que aportar.
— Extraordinariamente selectivo.
— Demostración de que su compañía, su sabiduría, es un premio selecto, inalcanzable para la mayoría de las personas.

Motivaciones: saber, aprender, conocer, pensar, investigar.

Expectativas de los seducidos: estimulación intelectual. Sentirse protegidos por alguien que sabe más, que conoce mejor y que, por tanto, es «más coherente y más fuerte» a la hora de afrontar la vida.


Claves para conquistar a un Intelectual: respetar su necesidad de espacio y soledad, porque si algo teme el Intelectual, es la sensación de dependencia y las intromisiones. Valorar su amor por el «vive y deja vivir». No abrumarle con exigencias emocionales, ser conciso en las peticiones, en la explicación de tus intereses. Facilitarle la posibilidad de expresar sus sentimientos en un momento concreto, en tiempo presente.

Alejandra Vallejo Nágera



jueves, 27 de marzo de 2014

JESÚS NO TE AMA, JESÚS NO EXISTIÓ



Es un hecho curioso que los componentes más antiguos del llamado Nuevo Testamento, las cartas que se cree que fueron escritas por un tal Saulo/Pablo, no hacen casi referencia a ningún dato biográfico de Jesús. Ni Belén ni Nazaret se mencionan en estos documentos de la religión cristiana. Sólo en el último libro de los Hechos de los apóstoles se afirma que Saulo (Pablo) tuvo una entrevista «con Jesús de Nazaret». Curiosamente, el documento más tardío es el más detallado en cuanto a la historia de Jesús.
No hay ninguna evidencia convincente que nos haga suponer que cualquiera de los evangelios supervivientes haya sido escrito por testigos oculares. De hecho, el estudio de los evangelios muestra de forma bastante concluyente que no lo fueron. Por ejemplo, los autores de los Evangelios de Mateo y Lucas incorporan casi todo el texto griego del Evangelio de Marcos, agregando dichos tomados incluso de otro documento (el llamado «Documento Q»), y generalmente hacen los milagros relatados por Marcos aún más milagrosos. Si «Mateo» y «Lucas» hubiesen sido testigos oculares, habrían escrito sus propios relatos, sin el recurso del plagio.

El Evangelio de Marcos, el más antiguo de la serie oficial de cuatro, contiene errores geográficos y consuetudinarios que no habrían sido cometidos por un testigo ocular. El Evangelio de Juan, el último de la serie, es muy tardío y demasiado etéreo para ser tomado como un relato biográfico, fuera testigo ocular o no. No hay nada en los Evangelios que nos haga tomarlos en serio desde un punto de vista biográfico: no hay una buena razón para tomarlos como otra cosa que no sea antiguos ejemplos del arte de la ficción.

Si la historicidad de Jesús no puede apoyarse en los escritos del Nuevo Testamento, ¿qué esperar de los recursos extrabíblicos? ¿Algún historiador griego, romano o judío observó su carrera y escribió sobre ello? Ni uno.

Aunque Josefo, Tácito, Suetonio y otros autores antiguos son a menudo citados como evidencias de un Jesús histórico, es evidente que sus relatos (aún si se pudieran probar como auténticos) se derivan de fuentes preexistentes, no originales. Josefo, el más antiguo de estos historiadores, nació por lo menos ¡cinco años después de la presunta fecha de la crucifixión! No hay testigos oculares. Además, los antiguos relatos no-cristianos de Jesús fueron escritos por la misma época, cuando el cristianismo ya era un delirio próspero, por lo que podemos tomar a nuestros autores paganos sólo como testigos del estado al que las tradiciones cristianas habían evolucionado en sus respectivas épocas, no como los testigos de un Jesús de Nazaret histórico.

Fuente: FRANK R. ZINDLER - "The Probing Mind" (La mente indagadora)



sábado, 22 de marzo de 2014

LA VIDA SEXUAL DEL CLERO, POR PEPE RODRIGUEZ



«Angustiado estoy por ti, ¡oh Jonatán, hermano mío! Me eras carísimo. Y tu amor era para mí dulcísimo, más que el amor de las mujeres». Elegía del rey David por Jonatán (2 Sam 1, 26)



La Iglesia, en su documento titulado Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, aprobado en 1986 por el papa Wojtyla y firmado por el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio), condena tajantemente no sólo la práctica homosexual sino también su mera inclinación.

La condena está hecha con evidente irracionalidad y cae de lleno en lo acientífico y anticonstitucional cuando afirma lo que sigue: "el homosexual manifiesta una ideología materialista que niega la naturaleza trascendente de la persona humana, como también la vocación sobrenatural de todo individuo"; "la práctica de la homosexualidad amenaza seriamente la vida y el bienestar de un gran número de personas"; "la homosexualidad pone seriamente en peligro la naturaleza y los derechos de la familia"; "la actividad homosexual impide la propia realización y felicidad, porque es contraria a la sabiduría creadora de Dios" y un largo etcétera de afirmaciones de parecido tenor, que llegan al despropósito de señalar que, cuando la «actividad homosexual es tomada por buena», nadie puede extrañarse de que "aumenten los comportamientos irracionales y violentos"...

La profunda y venenosa visceralidad con que los jerarcas de la Iglesia Católica abordan la cuestión de la homosexualidad contrasta significativamente, sin embargo, con el gran número de homosexuales que hubo, hay y habrá entre el clero católico. El que la Iglesia denominó crimen pessimum, es un comportamiento sexual muy querido para una cuarta parte o más de los sacerdotes.

Valorar la cifra de curas homosexuales no resulta fácil, pero es de destacar la proximidad de los porcentajes —siempre muy elevados— que ofrecen todos los que han estudiado este tema. En diferentes estudios clínicos o sociológicos se citan índices de homosexualidad que oscilan entre el 30% y el 50% del clero católico. Porcentajes que son equiparables a los detectados en iglesias hermanas como pueda ser, por ejemplo, la Iglesia de Inglaterra, en la que, según un estudio realizado entre el clero de la zona de Londres, un 40% del total de sus ministros son homosexuales.

En una investigación realizada por la propia Iglesia Católica en la diócesis canadiense de San Juan de Terranova, en 1990, se llegó a la conclusión de que el 30% de los curas de la misma eran homosexuales (y también demostró que su arzobispo Alphonsus Penney, que fue forzado a dimitir, había encubierto los abusos homosexuales cometidos por más de veinte sacerdotes sobre unos cincuenta menores, alumnos de un colegio de esa ciudad).
Hubertus Mynarek, teólogo y psicólogo, apunta que «un cálculo por encima (sobre la base de los casos que me son conocidos), a la vista de la tendencia dominante hacia el mismo sexo entre los sacerdotes católicos, indica que aproximadamente una tercera parte [33%] de ellos son principal o exclusivamente homofílicos u homosexuales».

Michael Sipe, sociólogo y psicólogo, afirma —en su libro. En busca del celibato— que el 20% de los sacerdotes católicos norteamericanos son homosexuales, y que la mitad de ellos son activos. En Estados Unidos, en 1990 ya se conocían más de treinta casos de sacerdotes homosexuales que habían fallecido a causa del sida.

Los datos recogidos durante la investigación realizada para escribir este libro me inclinan a valorar también en alrededor de un 20% del total el porcentaje de sacerdotes que han mantenido o mantienen algún tipo de relación homosexual, ya sea ésta habitual o esporádica, o realizada como actividad sexual excluyente o complementaria. Y, de ellos, en torno a un 12% serían estrictamente homosexuales (con tendencia exclusiva a mantener relaciones sexuales sólo con varones, ya sean éstos mayores o menores de edad).

Si tenemos en cuenta que, entre la población en general, la media de varones con tendencia exclusiva hacia la homosexualidad se cifra entre un 4% y un 6% del total, los porcentajes estimados para el clero son anormalmente altos, aunque no por ello injustificados ni difíciles de explicar.

Tres bloques de elementos pueden justificar, en buena medida, la razón por la cual entre el clero católico existe el doble o el triple de homosexuales que entre el resto de la sociedad. A saber:

1) Las circunstancias estructurales de la propia Iglesia Católica [...], que inciden sobre la formación de los sacerdotes potenciando estructuras de personalidad inmaduras, problemas de definición psico-sexual, limitaciones serias para poder entablar relaciones normalizadas de confianza y afecto con figuras femeninas, etc..

2) Los conflictos de personalidad derivados del crecimiento en el seno de familias católicas muy represoras, moralistas y culpabilizadoras (con especial incidencia negativa del apego psicopatológico a un cierto perfil de madre...).

3) El aislamiento físico y emocional en un universo de varones donde la mujer y lo femenino son satanizados, mientras que todo lo masculino resulta glorificado (dios - padre), y donde no hay otra posibilidad para la gratificación de la dimensión afectiva y erótica que la relación, en cualquier grado de intensidad, con los compañeros varones.

«El enemigo número uno en la formación eclesiástica del sacerdote —mantiene el teólogo Hubertus Mynarek— es y continúa siendo la "mujer". No resulta extraño que algunos candidatos al sacerdocio busquen y encuentren una salida en los contactos con personas del mismo sexo. En esto debemos tener en cuenta la siguiente diferencia: hay jóvenes con una caracterizada tendencia homofílica, que precisamente ingresan en el seminario sacerdotal porque, desde el principio, sospechan de la existencia allí de gran número de jóvenes con sus mismas inclinaciones. Los internados, seminarios, conventos y prisiones son lugares privilegiados para contactos con personas del mismo sexo, en el más amplio sentido de la palabra. Otra categoría la forman aquellos jóvenes que son de tendencia heterosexual, pero para quienes la homofilia y la homosexualidad se convierten en una válvula de sustitución para la relación con el otro sexo, reprimida y prohibida por parte de la Iglesia».

No parece desacertada la apreciación de Mynarek cuando afirma que algunos jóvenes católicos ya homosexuales acuden al seminario en busca de iguales; pero probablemente sería más exacto hablar de jóvenes católicos pusilánimes y afeminados que, moldeados por una madre castradora y presionados —por esa razón— por un entorno machista, acaban por encontrar un refugio en un ambiente clerical, protector y varonil, que, con el tiempo, le generará definitivamente su orientación homosexual.

La discreción a la que se debe el sacerdote homosexual —muy superior a la que deben observar sus compañeros que se acuestan con mujeres—, la presión culpabilizadora que recibe desde la doctrina católica y la amenaza del siempre potestativo castigo canónico hacen de esos curas, en general, personas más angustiadas y cargadas de neurosis.

La presión ejercida desde la propia jerarquía católica más la marginación social que todavía estigmatiza al homosexual hacen que esos sacerdotes se vean forzados a menudo a buscar su satisfacción erótica abusando de menores. Este es un dato que, si bien no exculpa al cura que abusa de un menor, sí debe servir para entender mejor los motivos que le llevaron a cometer tal delito; y, también, para extender la responsabilidad moral de tan reprobable acto hasta la propia cúpula eclesiástica, que mantiene a ultranza un sistema represor perjudicial para todos.

Pepe Rodriguez - "La Vida Sexual del Clero"


lunes, 17 de marzo de 2014

PSICOLOGÍA DE LOS GRUPOS CRISTIANOS - ¡VAMOS A EVANGELIGAR!


Tanto el instinto gregario como el instinto sexual han servido para conservar la especie, es decir, la plaga humana, sin embargo, hoy en día parece buscar lo contrario, la degeneración y aniquilamiento del individuo. En esta ocasión no me referiré a sus fines de semana nocturnos en bares y discotecas, sino al "proceso evangeligador" de los grupos cristianos. Para comenzar, todos sabemos que estos grupos alteran la conducta de los individuos al imponer sutilmente sus ideas y creencias. En poco tiempo, debido a la fuerza mayoritaria del grupo, el individuo experimentará diversos conflictos de conciencia, los cuales terminarán reblandeciéndolo, adoptando así conductas y pensamientos que antes podría haber cuestionado. Esto se debe a la sugestión e influencia (sobre todo afectiva) que ejerce la masa sobre el susodicho, según lo explica Sigmund Freud:
  • Hemos partido del hecho fundamental de que el individuo integrado en una masa, experimenta, bajo la influencia de la misma, una modificación, a veces muy profunda, de su actividad anímica. Su afectividad queda extraordinariamente intensificada y, en cambio, notablemente limitada su actividad intelectual. Ambos procesos tienden a igualar al individuo con los demás de la multitud, fin que sólo puede ser conseguido por la supresión de las inhibiciones peculiares a cada uno y la renuncia a las modalidades individuales y personales de las tendencias.
El contagio mental que se da en el individuo a través de la masa, hace que aquel actúe y piense en función a ésta, acentuando decididamente el factor afectivo, por lo que se da un relación de dependencia con la masa, que a través de la sugestión, limita parcial o totalmente el desarrollo de la personalidad y el intelecto del individuo sobre condiciones en las cuales se establecen influencias carentes de un fundamento lógico suficiente, por lo que prima la afectividad e instinto sexual en la mayoría de casos, especialmente si son personas jóvenes las que integran el grupo.

En el proceso de atracción, el individuo se seinte familiarizado con aquellos con quienes entra en contacto y su respuesta inicial es a menudo una reacción emocional; la semejanza es importante y las interacciones placenteras son cruciales. En este caso podemos citar los retiros espirituales, las reuniones en parroquias, paseos de confraternización, y toda situación que provoque efusión y potencie la libido.

La igualdad de todos ante dios que se predica en estos grupos hace que ocurran relaciones sentimentales entre sujetos lo más desemejantes posibles, por lo que será muy común ver a un genio con una tonta, a una mujer guapa con un feo, a un alcohólico con una abstemia, a un patán con una damisela, entre otros casos.

La doctrina del grupo cristiano es la igualdad de todos ante dios, por lo tanto se ocupará de igualar al individuo con los demás miembros de la comunidad. Se pierde la capacidad de selección y distanciamiento, todo orgullo y valía personal es desechado, aquí todos son iguales, nadie puede levantar la cabeza más que otro, nadie puede sentirse superior ante los demás miembros, sería una blasfemia afirmar lo contrario y esto, además, desencadenaría una contienda entre los miembros del grupo. Esta igualdad que se impone al individuo crea una relación de afinidad que lo enlaza con el grupo por determinado tiempo, ya que cuando se alcanza la madurez intelectual, el individuo abandonará el grupo para buscar su desarrollo personal y el de su familia, relegando así a un segundo plano al grupo o separándose definitivamente. El individuo en busca de independencia, también puede alcanzar la emancipación mental y física a través del egoísmo racional:

  • El hombre —cada hombre— es un fin en sí mismo, no el medio para los fines de otros. Debe existir por sí mismo y para sí mismo, sin sacrificarse por los demás ni sacrificando a otros. La búsqueda de su propio interés, su propio yo racional y su propia felicidad es el más alto propósito moral de su vida. Ayn Rand

La proximidad es de vital importancia, ya que así se puede persuadir más fácilmente; el grupo religioso y la iglesia, sabiendo muy bien esto, procurarán mantener a los miebros lo más unidos posibles, ya que la soledad, muchas veces te lleva a pensar y, por lo tanto, a cuestionar. Esa es la razón por la que la iglesia interviene en todos los asuntos de la vida cotidiana del hombre: bautismo, penitencia, matrimonio, unción de los enfermos.
Volviendo al grupo cristiano en cuestión, la proximidad física en las parroquias y encuentros espirituales, facilita que sus integrantes tiendan a iniciar algún tipo de relación estrecha. El poder de la proximidad y la uniformidad de pensamiento, ocasionan que, en el grupo surjan relaciones sentimentales con una base muy endeble, las cuales, podrían llegar al matrimonio, pero que están condenadas al desengaño y al fracaso de antemano; pues lo que se demuestra en el grupo es solo aparente, una máscara surgida de la imitación y del contagio mental, cuyos fines son la adaptación y la aceptación del grupo, para así incrementar las probabilidades de interacción de los sexos. Nunca se es uno mismo en la multitud.

Algunas consideraciones psicológicas al respecto:

Se ha encontrado que la exposición repetida a un nuevo estímulo (la cara de un sujeto) por lo general resultará en una evaluación cada vez más positiva de ese estímulo. Incluso los niños tienden a sonreír ante una fotografía de alguien que han visto antes pero no ante una fotografía de alguien que están viendo por primera vez (Brooks-Gunn y Lewis, 1981). Con la exposición repetida, los estímulos nuevos y atemorizantes podían gradualmente tornarse familiares y seguros. Una cara familiar no sólo evalúa positivamente, sino que genera afecto positivo y activa los músculos faciales y la actividad cerebral de una manera que indica una respuesta emocional positiva.

En el proceso de "EVANGELIGAR", siempre hay un "evangeligador" y una "evangeligadora" relacionándose; el instinto sexual prevalecerá y los miembros buscarán dentro del grupo, la satisfacción de su deseo sexual. Los machos más inexpertos en el arte del enamoramiento, cuya necesidad de afecto los compele a acudir a estos grupos religiosos, estarán muy satisfechos mientras existan potenciales cadidatos/as para la iniciación de una relación amorosa.  "La familiaridad conduce al agrado si la persona tiene una alta necesidad de estructura" (Hansen y Bartsch). De igual forma las hembras más inexpertas en el arte de la seducción, ingresarán al grupo para ser conquistadas por un príncipe azul o por varios príncipes a la vez, pues lo hay de todos los colores. El condicionamiento subliminal antes mencionado (Exposición constante), hace que la mujer se sienta dispuesta a aceptar a un varón que posiblemente antes habría rechazado.

El amor cristiano no es más que un eufemismo del deseo sexual, usado como excusa para mantener la proximidad con el objeto deseado, cuyo único fin es la cópula sexual.
No hay motivos para avergonzarse de una sexualidad sana, sobre eso no hay discusión. El problema radica en el sobreexcitamiento de los miembros del grupo, para luego hacerlos partícipes de un sentimiento culpabilizante, impuesto por su doctrina religiosa. Esto último, por supuesto, muchos de ellos lo pasarán por alto, pero habrán algunos que se lo tomarán muy en serio y sufrirán internamente. Tal vez la gente cristiana se indigne conmigo por hacer estas afirmaciones, solicitando que me retracte, sin embargo no lo haré, ya que no me gusta ceder a los reproches de mojigatos, pues nunca se sabe adónde puede llevarle a uno tal camino; se empieza por ceder en las palabras y se acaba a veces por ceder en todas las cosas. No faltará quien grite a toda voz su protesta, buscando la singularidad frente al grupo. Entonces debo preguntarle ¿qué es lo que lo obliga a permanecer allí? ¿acaso es su amor a dios o su amor por los hombres?

Ateo Congénito